La canción como carta de naturaleza

Editorial del espacio radiofónico ‘Café de París’ – Viernes 25 de septiembre

Estimados oyentes de la Cadena COPE. Ha estado –canta cantando- en Jerez. Y se dejó la piel encima del escenario. Y lo hizo además combinando un amplio repertorio de sus propias melodías con la confesión pública de su biografía musical. Claudia Marán asombra a propios y extraños. Sorprende, sí. Cuando explica directamente el germen de su vocación artística y cuando, guitarra en mano, desabrocha el silencio con temas de ensueño. La cantautora, de tan sólo veintitrés años de edad, habla de sus fuentes musicales, de sus autores predilectos –The Beatles, Juanes, Jarabe de Palo, Julieta Venegas, Joaquín Sabina- y de la ilusión que la mueve para hacerse un hueco dentro del siempre difícil panorama musical español. Inclusive adelanta la posibilidad –o, por mejor decir, la probabilidad- de la inminente grabación de un disco. Claudia usa la música para expresarse. Sobre todo para expresarse. Las respuestas que otorga a la vida, al día a día, siempre toma naturaleza de canción. Sus temas son sintagmas de rebeldía. Canción protesta. Canción duplicada de sinceridad. Letras que hablan de la hipocresía, del amor, del desamor, del aborto, del desencanto, del sentido positivo de las cosas. Letras que parecen mojadas en el tintero del corazón. Claudia, cuando escribe, cuando aboceta frases, cuando extrapola sentimientos encima del papel, recalca la definición de una sensibilidad. Posee además –por derecho propio y por don del cielo- la singularidad de la voz. Ella que, además, pretende encarnarse en la voz de los sin voz. En la voz, sí, de los sin voz. Ella es… Acordes, recuerdos de un coro de colegio, malos momentos superados en la creación musical, la evolución como artista, la madurez como persona. Esta cantautora, esta trovadora, dará mucho que hablar. Porque cantar, cantar, lo que se dice cantar, ya lo hace divinamente.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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