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Anacleto se divorcia… en Jerez
En efecto: Pedro Muñoz Seca fue considerado –con loas y honores exógenos- un humorista de ley. Su pulcritud literaria destilaba asimismo volutas de gracejo. En su respingo teatral anidaba todo el calambre popular reinante a pie de patio de vecindario. El Taller de Teatro Dioniso –que sube como la espuma de plata quieta de una dramaturgia adscrita a la más renombrada profesionalidad- interpretó el pasado jueves en la Sala Compañía la obra ‘Anacleto se divorcia’. A beneficio de la restauración de la Capilla del Sagrario de San Mateo. De nuevo otra propuesta entusiasta del no menos activo e indesmayable Santiago Zurita. La obra –al margen de sus apriorísticas ganancias interpretativas- logró hacerse con el público desde el minuto cero. Carcajadas a mandíbula batiente, rigor actoral, embarazosas situaciones de enredo e incluso el aroma a incienso y azahar de un nazareno anónimo –o no tanto- sentado a la diestra de sus propios sentimientos. Ovación para Luis Guerra. Y nuestro aplauso personalizado en el papelón interpretado por Fernando del Pino (un actor nada amateur a quien ningún registro se le resiste). Noche de teatro como género que simpatiza también con la retina de una evasión amable, risueña y a veces laberínticamente humorística.
En efecto: Pedro Muñoz Seca fue considerado –con loas y honores exógenos- un humorista de ley. Su pulcritud literaria destilaba asimismo volutas de gracejo. En su respingo teatral anidaba todo el calambre popular reinante a pie de patio de vecindario. El Taller de Teatro Dioniso –que sube como la espuma de plata quieta de una dramaturgia adscrita a la más renombrada profesionalidad- interpretó el pasado jueves en la Sala Compañía la obra ‘Anacleto se divorcia’. A beneficio de la restauración de la Capilla del Sagrario de San Mateo. De nuevo otra propuesta entusiasta del no menos activo e indesmayable Santiago Zurita. La obra –al margen de sus apriorísticas ganancias interpretativas- logró hacerse con el público desde el minuto cero. Carcajadas a mandíbula batiente, rigor actoral, embarazosas situaciones de enredo e incluso el aroma a incienso y azahar de un nazareno anónimo –o no tanto- sentado a la diestra de sus propios sentimientos. Ovación para Luis Guerra. Y nuestro aplauso personalizado en el papelón interpretado por Fernando del Pino (un actor nada amateur a quien ningún registro se le resiste). Noche de teatro como género que simpatiza también con la retina de una evasión amable, risueña y a veces laberínticamente humorística.
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Publicado en el periódico 'La Voz' - Sección 'La Sacristía'