Película/metáfora de cámara al hombro


Película para la meditación. Película/metáfora. Película para la pipa de la paz y para la pipa de Kif (por la heterogeneidad de los materiales que la componen). La sinopsis alarma y mata al ego. Nada somos, polvo de estrellas si acaso. El filme acogota. Trasmina oxígeno y su peso se nos antoja aleve (no como la mole infecta de algunas cintas irrespirables y punto menos que espantables). Deja un regusto a moratoria estética y a evasión centrípeta. El final de los días de la Humanidad al trasluz de lo inopinado. La causa accidental y la cosa incidental no dependen de las epopeyas del azar. Existen personas dotadas de la sensibilidad suficiente para captar el finiquito del Mundo. De nada han de exculparse y ni mucho menos de nada han de disculparse. Nacieron para la prelación de la trascendencia. ¿Ha visionado usted, de principio a fin, de cabo a rabo, la película Melancholia? No la afronte como un imperativo cronológico. Siéntase, irresoluto, flotante, ante sus fotogramas. Déjese llevar por la perentoriedad de su cadencia. Por la atenuante imbricación de su finitud. Grabada con la técnica de cámara al hombro para incluir al espectador en la acción de un modo directo y asociativo. El operador –el operador profesional- se convierte entonces en un intérprete. Actúa sin escaleta previa. El universo es el marco general de la película: los desastres cósmicos subyacen como sombras en la luz. Hablamos de un producto Lars Von Trier: léase la ambigüedad de lo verosímil o la explicitud de lo ignoto. El caos como deconstrucción del Planeta Tierra. La mirada antagónica, la enculturación onírica, la bravura de la secuencia. Esta cinta nos deja un poso a postrimería inadvertida. Miramos el horizonte y ya ponemos, previsoramente, nuestras barbas a mojar…

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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