Por Luis María Anson, de la Real Academia Española. César Antonio Molina, que fue un eficaz ministro de Cultura y es un excelente poeta, ha subrayado la melancolía de la ficción en la obra periodística de Álvaro Cunqueiro, agavillada en un libro que merece ser leído con atención. Xosé Antonio López Silva ha hecho una inteligente selección de los artículos y relatos publicados desde la guerra incivil hasta su muerte por el escritor gallego. En De santos y milagros, que publica la Fundación Banco Santander, se adensa la penetración y la influencia que tuvo Álvaro Cunqueiro en la vida intelectual española. El periodismo, como la arquitectura, es arte y ciencia a la vez. Constituye una de las ciencias de la información, la más importante. Su estudio en la Universidad ha permitido en los últimos años la investigación sobre el ser periodismo, sobre el ente periodismo, en su más profunda acepción metafísica y científica. Además de ciencia, el periodismo es un arte, un género de la Literatura. Suele decirse que, en Europa, la poesía fue el género literario predominante en el siglo XVI; el teatro, en el XVII; el ensayo, en el XVIII, y la novela, en el siglo XIX. En el XX, el género literario por excelencia ha sido el periodismo. La Literatura como creación de belleza por medio de la palabra produce un placer puro, inmediato y desinteresado. Y ese placer, esa emoción estética, la han experimentado los lectores durante el siglo XX más que en ningún otro género, en el periodismo, a través del artículo, la crónica, el reportaje, el editorial, la entrevista, la nota necrológica, el comentario, incluso los titulares. Una parte sustancial de la mejor literatura española se ha hecho durante el siglo XX en los periódicos. Lo mismo ha ocurrido en otras naciones. Eso lo explicó muy bien, hace ya cuarenta años, Tom Wolfe. “El nuevo periodismo -escribió- no puede ser ignorado por más tiempo en su sentido artístico”, porque ha arrebatado el cetro de la Literatura a “la agonizante novela” y se ha convertido “en el género literario más vivo de la época”. Ahí están Bellow, Barth, Updike, Philip Roth, Norman Mailer, Truman Capote, Rex Reed, Bárbara Goldsmith, John Dunne y tantos otros que, en la Prensa norteamericana, dieron la razón a Tom Wolfe. También se puede extender esa tesis a Iberoamérica, que tiene encendidas hoy, entre otras muchas, dos estrellas: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Sin olvidar que el periodismo es, antes que nada, una ciencia de la información, como género literario ha tenido en España plumas cimeras. El mejor articulista del siglo XX ha sido, en mi opinión, José María Pemán. Durante sesenta años sus artículos deslumbraron. Junto a él brillan, entre otros muchos, los nombres de Azorín, Ortega y Gasset, Agustín de Foxá, González Ruano, Alberti, Cela, Manuel Aznar, Luis Calvo, Francisco Nieva, Juan Marsé, Manuel Alcántara, Antonio Burgos, Pedro Rodríguez y, sobre todo, Francisco Umbral. Álvaro Cunqueiro se encuentra entre los grandes periodistas literarios del siglo XX. Ha sido un acierto recopilar una parte de su obra periodística en un tomo que carece de desperdicios. Junto a la belleza sobria de su expresión literaria, Cunqueiro demuestra una cultura universal que potencia y sedimenta lo que dice. “Nadie fue más hábil en huir de las prisiones de su tiempo”, escribe César Antonio Molina, y no le falta razón, porque el gran escritor gallego se debatió durante cuarenta años entre los convencionalismos oficiales y las ergástulas ideológicas de la dictadura, evadiéndose de ellas de forma habilísima y perseverante.