Excusatio non petita, accusatio manifiesta

Excusatio non petita, accusatio manifiesta. Me inculpo –sí, sí, me inculpo- de una nostalgia mansa e irrequieta. Me aturde su chorrera de sentimentalismo –de tristeza en alegre pesadumbre-, su cargazón de galopante melancolía encendida (o sobreexcitada) en la cera color tiniebla donde aún no habita el olvido. Así como el sacramento de Cristo todavía oliente a incienso. Ya no podemos desandar los peregrinajes de los días del gozo. Estamos desposeídos del poder omnímodo de la máquina del tiempo. Nunca fuimos estertores de ubicuidad. El cofrade es consciente de la fugacidad del instante. Y por esta despechada razón –que se recrece y se recrudece como una gigantea de plastilina verdosa- patearía antes –cuando las palmas y los hosannas fundían su verticalidad- las deshoras de los días y las madrugadas: en una cuenta atrás que rebaña la sincronización de los minutos silábicos. El cofrade reta su mundanidad alargando in extremis las fuerzas musculares de la propia resistencia física. Cada pisada promete la extensión del disfrute, el itinerario crepuscular del orto, la inminencia de la mecida corta. Sumandos al nos quiten lo bailado de una jornada cofradiera sin cerramientos. Nos apremia el minutero. Nos acogota la horizontalidad del tempus fugit. Nos reconcome la invasión de lo no vivido. La naturaleza avanza irascible cuando la Semana Santa regresa como una cursiva de la letra élega. Nos queda el retorcimiento barroco del candelabro de cola –que es ondulación de un retorno uterino-. ¿Quién emblandece los registros del alma popular? Aquel esquivo que suelde el compás binario de la luz y el aire. Incoemos cuanto antes un expediente de pasos atrás en este subalterno calendario de la imaginación. Brama el chirriar de la cera engominada de asfalto. La ausencia de aquella bajamar de capirotes ya inadvertidos en el fútil océano de la esquina solitaria nos retrotrae –de través- a la lacerante sangre de cuanto aún bombea: percepciones simétricas de la Pasión de Cristo ajustadas siempre al esparto de tu yo. Excusatio non petita, accusatio manifiesta. Me inculpo –sí, sí, me inculpo- de una nostalgia mansa e irrequieta. ¿Cómo librarme y liberarme de esta dependencia que ahora me separa de su femoral en la distancia de trescientos sesenta y cuatro días?


PROGRAMACIÓN CULTURAL

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