'Diálogos en Bodegas Álvaro Dmecq' - Entrevista con el abogado y escritor Enrique Víctor de Mora Quirós

“La cultura de la inmediatez se ha hecho soberana”

El abogado, profesor universitario y escritor jerezano Enrique Víctor de Mora Quirós participa en una nueva sesión del ciclo ‘Diálogos en Bodegas Álvaro Domecq’ enmarcado en la programación cultural CULTUSEMA

“Vivimos también lo que un malogrado escritor americano, John Kennedy Toole, tituló en su libro: ‘La rebelión de los necios’. Ahora en muchos ámbitos predomina la necedad sobre la inteligencia, la ley del mínimo esfuerzo sobre la tenacidad y el tesón para lograr objetivos”

“Creo que la llamada Transición se ha ido convirtiendo en un concepto mítico y cuasi sagrado, y parece que aquello fue algo así como una iluminación general que convirtió a todos los intervinientes en aquel proceso en seres desprendidos y generosos”

“Sin lugar a dudas en España hay que regenerar la educación, en su más amplio sentido. En su sentido de conocimientos y en el de magisterio de costumbres. Los jóvenes han perdido mucho respeto a los que son superiores a ellos en todos los sentidos”

Dialogamos con el abogado, profesor universitario y escritor jerezano Enrique Víctor de Mora Quirós, un hombre barroco de formas y renacentista de pensamiento. Humanista siempre. Acaso una de las cabezas mejor amuebladas del análisis sociológico y filosófico de los tiempos que corren –o que descorren ventoleras de indolencia y descensos a los infiernos de una época controvertida y asimismo indefinida (¿por indefinible?) como pocas antaño-. Enrique, mente culta y corazón sereno, virtuoso del verso y de la prosa desgajada de hojarascas, elegante de atuendo y de ética social, dueño además de un reconfortante y fino sentido del humor inglés,  conversador de verbo ágil y espontáneo -fruto no obstante de su fructuosa inclinación a la lectura reposada- aborda sin tapujos ni ambages todas las temáticas planteadas en esta entrevista coronada por el brindis de la amistad.
  
-         ¿Cree que en España -tan carpetovetónica para bien y sin embargo tan cainita para mal- prevalece aquella  tendencia que un escritor nunca insurrecto ha dado en llamar la aristofobia, es decir, el odio a los mejores, a los más capacitados, a los más virtuosos, a los mejores ideólogos, pensadores, analistas, gestores? ¿Qué concomitancias guarda dicha tesis con las de las minorías selectas y las muchedumbres mediocres propugnadas por Ortega en 'La rebelión de las masas'?

-         Yo creo que la tendencia se ha acentuado en los últimos tiempos. Vivimos también lo que un malogrado escritor americano, John Kennedy Toole, tituló en su libro: ‘La rebelión de los necios’. Ahora en muchos ámbitos predomina la necedad sobre la inteligencia, la ley del mínimo esfuerzo sobre la tenacidad y el tesón para lograr objetivos. La cultura de la inmediatez se ha hecho soberana. La posmodernidad, con su apelación al deseo, al inconsciente, a la satisfacción inmoderada de nuestros caprichos... ha sido la gran triunfadora. Todo esto es muy palpable en la educación. Yo, que estoy en la Universidad desde hace casi veinticinco años, he ido comprobando la paulatina depauperación de la cultura media del universitario que llega a nuestras aulas. Es verdaderamente sorprendente la incultura general de nuestros jóvenes, su pobreza de vocabulario, su terror a hablar en público, su falta de capacidad argumental. Te sorprendería las faltas de ortografía que me encuentro en los exámenes, algo que cuando yo comencé a estudiar en la Universidad era algo impensable. Yo, sinceramente, creo que los temores de Ortega, o, más lejano en el tiempo, de Alexis de Tocqueville, se han visto muy superados.

-         Si apelamos a clásicos axiomas de los pensadores del 98... ¿hoy por hoy formamos parte de una España invertebrada, inveterada, desmandada, desmembrada? ¿Qué noción de España prevalece  actualmente por los intersticios de nuestra realidad circundante? ¿Existe un proyecto común amparado por la Constitución, ha decaído el espíritu democratizador de la Transición, España huele a pueblo y a verdad o a detritus a corto plazo?

-         Ufff... muchas cosas me planteas a la vez... vamos a ver... Hace unos años me hice con un ejemplar de un libro que publicó la Real Academia Española de la Historia: ‘Reflexiones sobre el ser de España´. Se trata de una magnífica colección de trabajos en los que un grupo variado de Académicos historiadores analizaban en perspectiva histórica nuestra patria (concepto hoy maldito). Recuerdo que lo leí con avidez y lo subrayé con espíritu investigador. Vuelvo a él de vez en cuando para encontrar paz intelectual en medio de tanta barahúnda analfabeta. En ese libro te das cuenta que España no es en absoluto un concepto discutido y discutible, como pensaba Rodríguez Zapatero, sino una realidad histórica, religiosa y cultural conformada a través de los siglos, frente a la que los nacionalismos con olor a naftalina y barniz pseudomulticultural han alzado sus trasnochados y débiles argumentos, que a fuer de repetidos y machacados han logrado calar en un sector importante de la población. Se ha impuesto una verdad nacionalista que adúltera y falsea la historia de España: el propio concepto de País Vasco es un ejemplo: como bien expuso el gran historiador Luis Suárez Fernández, “el País Vasco nunca pasó de ser la suma de tres elementos diametralmente opuestos: un señorío, Vizcaya, una provincia, Guipúzcoa, y una Hermandad, Álava. Y nunca tuvieron un organismo común, nunca jamás”. Pero siguiendo la contestación a tu pregunta, yo creo que la Constitución lo dice bien claro: habla de la unidad indisoluble de la nación, patria común e indivisible. Pero al mismo tiempo, el proceso de las autonomías se pensó que no se utilizaría por algunas con mala fe, como así ha sido, y el Estado no ha reaccionado a tiempo frente a lo que venía ocurriendo desde hace ya mucho tiempo, y a nivel educativo: que poco a poco, pero con continuidad, se iba inoculando la mentira nacionalista hasta hacerla crecer en las actuales generaciones. Es una cuestión que da para más de una entrevista y que aquí no nos es posible desarrollar. Por otro lado, yo modestamente creo que la llamada Transición se ha ido convirtiendo en un concepto mítico y cuasi sagrado, y parece que aquello fue algo así como una iluminación general que convirtió a todos los intervinientes en aquel proceso en seres desprendidos y generosos. Pienso que en muchos casos fue así, pero en otros se fue a aquel proceso diciendo a muchas cosas que sí pero, como decimos por aquí, “con la boquita chica”, cuando en realidad ese sí era en realidad un sí por ahora... pero ya veremos. Y en cuanto a los olores... yo creo que España huele a lo que sus políticos la han hecho que huela: a patio de Monipodio.

-         En su calidad de profesor universitario, ¿qué espíritu de futuro embarga a los jóvenes de nuestros días? ¿Advierte una suerte de pesimista indolencia a tenor del panorama desolador que a ojos vista nos ensombrecen las retinas del progreso?

-         Hay de todo, pero no predomina un espíritu que busque la excelencia. Los mejores se van en cuanto pueden ante la falta de horizontes. Te voy a contar una anécdota que creo ilustra en parte algo de lo que me preguntas. En junio, en la revisión de exámenes de una asignatura, le hacía ver a un alumno de último curso, que su redacción y respuesta a las preguntas que le formulaba en el examen era sintácticamente deficiente. Bueno... en realidad aquello era un desastre. El alumno, ya cuando la conversación se fue hacia derroteros más amplios, me comentó que estaba haciendo prácticas en el bufete de un gran amigo y compañero de la carrera. Lo llamé, con la confianza que tengo con él, y le manifesté sorprendido que me parecía imposible que este chico pudiera estar a la altura de aquel despacho. Cuál no sería mi sorpresa cuando el compañero le quitó importancia al asunto diciendo que el alumno tenía otros valores... por ejemplo... ¡un gran sentido comercial! Me quedé atónito. O sea, que para un Letrado de mi generación, o de cualquier generación, ya no era importante que un futuro abogado no supiera ni siquiera construir bien unas frases... Pues entonces dime... cómo va a poder redactar o contestar una demanda, pensé yo, o informar en estrados, o interrogar con soltura y capacidad de improvisación... ¡Increíble! Volviendo al tema... que creo me he vuelto a ir... (risas) ... yo sinceramente lo que aprecio en muchos jóvenes universitarios es la sensación de que ellos no pueden hacer nada frente a las grandes estrategias y movimientos de la política que les sobrepasan. Y no les culpo. En este mundo deficientemente globalizado, en esta Europa gobernada por burócratas y funcionarios de sueldos y prebendas, cuando Alemania vuelve a dictar de nuevo las reglas de juego, es muy difícil no sustraerse a una sensación de impotencia, a la percepción de que somos marionetas en manos de poderes en la sombra que mueven nuestras vidas. Hay un déficit de democracia real. Democracia no es votar cada cuatro años nada más. Muchos perciben que las decisiones no se toman en las urnas ni en el Parlamento, sino que viene sutilmente impulsada desde otras instancias, siendo entonces el margen de maniobra de un gobernante verdaderamente escaso las más de las veces. Es fácil entonces decir o pensar... bueno... para qué voy a luchar si lo tengo perdido de antemano.

-         Unamuno propugnó una regeneración "en su justa medida" de cara "al porvenir de España y los españoles". ¿Qué cree usted que habría que regenerar en pleno siglo XXI encima de nuestro suelo patrio?

-         Sin lugar a dudas la educación, en su más amplio sentido. En su sentido de conocimientos y en el de magisterio de costumbres. Los jóvenes han perdido mucho respeto a los que son superiores a ellos en todos los sentidos. Cuando yo llegué a la Universidad había Catedráticos a los que no se me habría ocurrido ni por asomo tutear, y no hablo de Catedráticos carcas o reaccionarios, no. Habló de nombres como Montero Gibert, de Derecho Político, de Clavero, que impartía Historia del Derecho, de Muñoz Conde, que lo era de Penal. Pongo estos ejemplos porque todos estos que he dicho eran de izquierdas, y hoy triunfa la idea de que determinadas maneras y correcciones son un vestigio de la derecha o del franquismo. Pues no señor, la educación y el respeto no tienen color político.  A mí me hubiera avergonzado tutear a mis docentes, a menos que como alguna vez sucedía fuera el docente el que apeara el tratamiento.

-         ¿En qué medida se ha devaluado la credibilidad de la acción política?

-         En gran medida. Los políticos viven  alejados de la realidad inmediata, de la calle de todos los días. La partitocracia que nos gobierna hace que la gran obsesión y necesidad del político sea estar atento a las encuestas. Parafraseando al filósofo Habermas, diremos que el político presta atención a la acción estratégica, esto es, aquella destinada a la consecución de un interés utilitario y egoísta, al cálculo individual. Y ello con el fin de mantenerse en el poder. Ya el gran pensador sociólogo y economista, entre otras cosas, Max Weber, advirtió en el siglo XIX que, desde el advenimiento del Estado Constitucional, la figura típica del político occidental iba a ser el demagogo. Los partidos cumplen a rajatabla la llamada Ley de Hierro de la Oligarquía, formulada por Michels. Viene a decir que los partidos están gobernados por un centro férreo de poder que impone las estrategias y los liderazgos, y frente al que toda disidencia o crítica es pagada con la expulsión o el ninguneo y el ostracismo. Alfonso Guerra lo expresó más castizamente: el que se mueva, no sale en la foto...

-         Usted es un incólume defensor de la ley o del mito del eterno retorno. Explíquenos el porqué de esta -en cierta medida- romántica defensa cuasi filosófica...

-         Bueno, bueno, tampoco me va la vida en ello (risas). Mira, te cuento, cuando yo leí hace muchos años el librito del gran historiador de las religiones, el rumano Mircea Eliade, que lleva por título ‘El Mito del Eterno Retorno’, quedé un tanto deslumbrado y me pareció y parece un libro magnífico. Antes he dicho librito porque no es una obra extensa, es un ensayo muy llevadero. Yo lo adquirí en estas colecciones que salen a veces, en las que por un módico precio te ofrecen obras de pensamiento importantes. Pues bien, retomo: el eterno retorno no es una creación original de Eliade. El estoicismo la postuló por vez primera, y planteaba una repetición del mundo en donde éste se extinguía para volver a crearse. La figura del uróboros, un animal serpentiforme que engulle su propia cola y que conforma con su cuerpo una forma circular, es una representación de ese Mito. Luego Mircea Eliade aplica el concepto a lo que ve como una creencia religiosa universal en la capacidad de volver a la edad mítica (edad de oro), a través del mito y el rito. Un poco complejo como ves, habría que dedicarle un seminario o un curso... (risas) pero enormemente interesante. Anteriormente a Mircea, ya Nietzsche se había ocupado del tema también. Y ahora viene el porqué de la que tú consideras romántica defensa por mi parte: a lo largo de mi vida académica en la Filosofía del Derecho, he tenido que acudir necesariamente a la Filosofía y a los filósofos, y me ha gustado siempre aplicar conceptos y estructuras mentales a la realidad, esto es, ver la teoría en la realidad. Y así, yo considero por ejemplo que los rituales festivos religiosos (Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pentecostés...), y también los profanos, escenifican muy bien ese eterno retorno de las cosas: volvemos a los mismos ritos, a las mismas calles, a los mismos cánticos y los renovamos y actualizamos de algún modo en un tiempo nuevo que es a la vez el tiempo intemporal que nos acerca a una Edad de Oro, a un momento áureo y de plenitud. En nuestro caso, por ejemplo, eso lo hacemos cada Cuaresma para llegar y desear y casi adelantar el advenimiento de la Semana Santa, donde todo se repite y se actualiza.

-         ¿Sólo a través de la poesía puede expresarse la interpretación de una realidad no visible?

-         No necesariamente. Cuando Núñez de Herrera describe la Cofradía de los Gitanos y dice más o menos aquello de que... "alabarán al Señor con palabras que no están en los Misales"... dice algo tan profundo y real y maravillosamente dicho que no hace falta rima. Y cuando Miguel Hernández, en un magistral soneto, describe un cuello femenino como ‘una almena de nata giratoria’, está utilizando el endecasílabo y la poesía en su más alto grado de perfección y belleza. O cuando dice aquello de... "porque la pena tizna cuando estalla"... Sin palabras...

-         Si trazáramos un vector territorial entre la sevillana Virgen del Valle y las doce del mediodía del Viernes de Dolores, allí, en su epicentro, siempre encontraríamos a su persona. ¿No es así?

-         Sí. Es mi eterno retorno de los Viernes de Dolores. Porque yo no voy allí sólo a ver al Señor y a la Virgen, aunque sea mi principal motivación, o a cumplir las Reglas de mi Archicofradía. Yo voy allí a algo más: a encontrarme con mis muertos. Sí, has oído bien. A encontrarme con mi abuelo Justo y con mi padre Enrique, porque sé que de algún modo ellos están vivos entre todo aquel paisaje sacro maravilloso y conmovedor.

-         ¿Es usted de los que piensan que todo jerezano cabal siempre lleva la semilla, el germen, de un tácito bodeguero en sus adentros?

-         Mira, te voy a contar una cosa que no muchos saben. Mi tío abuelo José Gómez Ruiz, ‘el tío Pepe Gómez’ como le llamábamos en casa, era uno de los dueños de la bodega J. Ruiz y Cía, que estaba en la calle San Francisco de Paula, y que estuvo allí hasta 1982, creo, en que se disolvió la sociedad y Palomino y Vergara compró la marca que le interesaba, el que podríamos considerar buque insignia de la casa: el Ponche Español, aquella botella tan bonita que venía adornada por una moña de seda con los colores de la bandera española. Pues bien, yo recuerdo que de niño, con mi tío Fernando Peña, que era uno de los que mandaban también allí, y mis inseparables amigos Diego y Alfonso Quintana García Pérez, más de un domingo por la tarde nos íbamos con el tío Fernando a la bodega y corríamos por allí, entre botas y maderas viejas. Hay un recuerdo imborrable que siempre me viene cuando hablo de aquello. El tío Pepe, cuando yo me acercaba a darle un beso, olía siempre a algo que me recordaba el olor del Ponche... (risas).

-         Un recuerdo sumamente entrañable…

-         Pues bien... aquel ambiente, las botellas de la bodega en mi casa, el papel blanco de seda con las letras J. Ruiz y Cía y el escudo de España, que mi abuela guardaba por pliegos en un cajón, y que era con el que se envolvían las botellas para regalo, los estuches y cajas... conformaron un mundo íntimo y hermoso que aún hoy recuerdo con nostalgia y con amor. De ahí a pensar que puedo llevar la semilla de un bodeguero hay un trecho, pero lo que sí es cierto es que a todo ese mundo del vino y las bodegas le tengo un inmenso cariño y respeto, desde mi profunda ignorancia ¿eh?, que conste... Entonces lo que yo creo es que Jerez tuvo también su Aetas Aurea de los vinos y licores. Mira, desde que murió mi padre, me dedico con paciencia a tirar, ordenar, arreglar y organizar la casa de la Calle Medina. Ahí me he encontrado muchos suplementos dominicales del ABC de finales de los 60 y primeros 70. En todos hay anuncios de vinos y licores de Bodegas de Jerez, lo que indica que Jerez vendía y anunciaba por todo el territorio, y sus productos llegaban a los más recónditos rincones, porque entonces existía esa maravillosa y abnegada “fiel infantería” de los vendedores de vinos de Jerez, que trinchera a trinchera iban ganando batallas todos los días. Eso ya se perdió. Igual que se está perdiendo el sencillo y cabal catavino jerezano, porque ahora unos señores muy listos piensan que van a ganar la Batalla del Jerez sirviéndolos en esas copas a las que todos se están apuntando, ¡hasta en la Feria! Así llegará el Jerez a las mesas y destronará a todos los demás vinos. Error, inmenso error. O sea, hasta ahora todos los que se han dedicado al jerez han sido estúpidos cuanto menos, porque no se les ocurrió lo de la copa, y ahora han llegado los inteligentes. Vale, pues muy bien... veremos los resultados...

-         Para finalizar, recomiéndenos algunas lecturas para este tozudo epílogo del verano tan sudoroso de altas temperaturas…


-         No desdeñemos, naturalmente, el veranillo del membrillo. Yo elegiría dos: El libro del historiador holandés Johan Huizinga, ‘El otoño de la Edad Media’, un extraordinario fresco de las formas de vida, el arte y la literatura en Francia y Los Países Bajos en los siglos XIV y XV, y las 'Poesías Completas' de Claudio Rodríguez. Los dos, una delicia.


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