Fuente: El blog http://www.metropoli.com/blogs/sonar-despierto/
de Alberto Luchini (recomendado en esta página web)
A lo largo de mi vida he visto muchas
películas malas, muchísimas, me atrevería a decir que miles de ellas. Algunas
me han indignado, otras me han aburrido soberanamente, otras me han producido
la más completa indiferencia pero pocas, por no decir ninguna, me han generado
una sensación de vergüenza ajena tan insoportable como "Ma ma", de
Julio Medem.
Vaya por delante que el donostiarra
me parece un director interesante y que en su filmografía hay algunas películas
que me gustan mucho, desde su impactante ópera prima,
"Vacas", hasta la morbosa, polémica y muy bien
rodada "Habitación en Roma", pasando por la que para mí es su
obra maestra, la emocionante y muy poética "Los amantes del Círculo
Polar". Otras, caso de "Lucía y el sexo" y "Caótica
Ana", me parecen completamente fallidas, pero sin descender a las
profundas simas que ha alcanzado con "Ma ma".
Sin muchos conocimientos científicos,
resulta muy difícil de aceptar la premisa del filme, que una mujer sometida a
una agresiva quimioterapia se quede embarazada, el embarazo discurra sin un
solo problema y la niña nazca en perfecto estado de salud. Pero ése no es el
problema, el problema es todo lo demás, empezando por un tono excesivamente
vitalista que acaba por rayar con la frivolidad, salpicado de imágenes
presuntamente poéticas y oníricas que frisan con lo ridículo.
Los personajes no tienen un sólo
pase: no es aceptable que un hombre pierda a su mujer y su hija y se vaya unos
días después de vacaciones a la playa con una completa desconocida enferma de
cáncer y su hijo, al que inmediatamente empieza a tratar como si fuera hijo
suyo. El marido ausente es un estrambote que ni aporta ni deja de aportar. Y el
colmo es ese ginecólogo cantarín que se pone a llorar cuando le comunica la
enfermedad a su paciente, que le regala una serenata en el quirófano a la
enferma momentos antes de practicarle una mastectomía, que se va a la playa a
hacerle exploraciones mamarias en el mar. A pesar de sus esfuerzos, grandes y
contrastados actores como Luis Tosar, Alex Brendemühl y Asier Etxeandia no
pueden hacer nada con ellos ni por ellos.
Pero el momento en el que la
vergüenza ajena alcanza el paroxismo, obligando a girar la cabeza, con el rubor
arrasando las mejillas, es esa escena final (atención, spoiler) en la que, tras
la muerte del personaje de Penélope Cuz al nacer su hija, su viudo, su
huérfano y el ginecólogo cantarín interpretan a coro ante el bebé la canción
"Vivir" de Nino Bravo. Se supone que tendría que ser un momento
intenso y emocionante pero dan ganas de reír nerviosamente, de meterse debajo
de la butaca o, mejor, de chasquear los dedos y volatilizarse. Y, sobre todo,
de esperar que la próxima película de Medem sea otra cosa...