Por
Marco A. Velo. Publicado en Diario de Jerez
Lo cantan los muñecos azules –palometa asida a la espalda- de
la comparsa de este año de Antonio Martín: detente reloj, puedo ser, no puedo
ser… Parece como si la presentación de los invencibles soldaditos de juguetes
gaditanos ya nos adelantara la premisa odontológica de la metáfora cuaresmal: el
estribillo apenas ondulante de la finitud humana –polvo eres- que sin embargo
olvidan sin decir oxte ni moxte los cofrades. A veces, la mar de las veces, demasiadas
veces, bravucones/fanfarrones, nos creemos dioses del Olimpo de nuestro
derredor. Nos perdemos –sumergiéndonos de rondón- en el diccionario de
sinónimos de la vanagloria. Anteponiendo la ley de cartón mojado del yo. El
Miércoles de Ceniza nos propina un sopapo electrizante en la mejilla menos
irredenta. Memento moris: ¡mira tras de ti! Recuerda siempre que eres hombre
frágil, rompible, quebradizo. Y, como tal, aliado confeso o reo inconfeso de
los días, de las horas nonas, del calendario que no retrocede ni recula ni
atiende a crasas distracciones -sed fugit interea, fugit irreparabile tempus-.