¡Te lo
juro por Jesús del Prendimiento!
Por
Marco A. Velo
No soplan vientos favorables para la cristiandad en este
mundo tan globalizado de intereses subrepticios. Vanitas vanitatis. Baste
reflejarnos en el espejo deformador del cuento de Blancanieves: ¡Dime,
espejito, espejito…! Nos importa un bledo la aquiescencia de la fraternidad.
Aquí todo quisque aspira a la adoración del novísimo becerro de oro: los
minutos de gloria a toda costa, la mediocridad imperante y la devastación de la
excelencia personal como correa transmisora de pingues beneficios materiales.
Respiramos a la contra. Suscritos a la estentórea murmuración. Es la clave de
sol de la humanidad de nuestras crujientes disculpas. El efecto rodillo del
laicismo nos arrolla incluso a los cristianos a nativitate. ¡Qué bello e
infrecuente nombre, Natividad, para las hijas de los que nos consideramos
cofrades!
Nos denominamos hermanos de una cofradía pero a veces
–acobardados, acogotados, acollonados- renegamos de nuestra Fe. Acallamos
–extramuros la Semana Santa- la condición que nos avala. Cristianos dispuestos
a derramar hasta la última gota de nuestra sangre. ¿Dispuestos? No así cuando
la cruella de vil de la situación imperante nos obliga a enmudecer nuestra Fe…
vergonzante. Por temor a la represalia y al social señalamiento. Contritos.
Difusos y difuminados. Escurridizos. Ángeles neutros de la tibieza oscilante.
Por activa y por pasiva hemos reclamado –lo hacen nunca a regañadientes los más
viejos del lugar- el valiente desprendimiento del cristiano que grita su
naturaleza innata. No pazguatos cofrades entre dientes. No rezos a ritmo de
cuentagotas o goteras timoratas. Sí luchadores de las verdades del barquero del
Pescador de hombres…
Hoy los cofrades jerezanos disfrutamos de una oportunidad
otra, ocasión cenital, para conquistar de nuevo los palmos de terreno que nos
arrebatan quienes no respetan las creencias ajenas. ¿Trabados nosotros por el
discurso dominante, por la ideología que nos imponen a tenazón? ¡Ni hablar del
peluquín! No sólo sabemos de sobras ganar la batalla de la indiferencia
religiosa a través del anónimo antifaz de la túnica nazarena: también bajo la
gallardía del guerrero del antifaz en el que nos reconvertimos cuando –quienes
quieran que fuesen- pretendan arbitrariamente arrebatarnos los signos de
nuestro catolicismo. ¡Con nosotros, los cofrades, no podrán! ¡Te lo juro por
Jesús del Prendimiento!