Alfonso Rodríguez Alcántara - Columna semanal de Marco A. Velo en Diario de Jerez




Por motivos y motivaciones personales que no vienen al caso -privacidad: divino tesoro-, y en la circunscrita estrechez de apenas tres o cuatro días, ha emergido de conversaciones diversas y heterogéneas (distintas localizaciones y distintos protagonistas) el nombre -in memoriam- de Alfonso Rodríguez Alcántara. Jerezanos clásicos me han narrado por separado el bendito nacimiento de alguno de sus hijos y enseguida subrayaron, complacidos, la templanza, la dirección de orquesta y el consejo al punto que entonces -hace ya décadas- les facilitó su irrenunciable ginecólogo de cabecera. Y de nuevo el apellido Rodríguez Alcántara a la palestra. Siempre por la vía del halago y la estimación. Alabanza unánime y no concertada post mortem. ¿Fenómeno de convergencia, sincronía, concatenación de causalidades, señal yerma y desnuda como la semicorchea de nuestro tarareo interior? ¿Casualismo ni eximente ni atenuante? ¿Azares de contrapeso? ¡Vaya usted a saber! Coincidencia y conciencia a menudo maridan en receta social inexpugnable…

Jerez -afirmación de Perogrullo- es tierra reticente a los reconocimientos de valores en carne y hueso que nacieron sobre la faz de su abrigo. Somos intrincados y refractarios con los nuestros la mar de las veces. Hasta la melopea de una injusticia no quizá cainita pero sí contradictoria -por expresarlo en términos neutros-. Recrudecemos el aleteo de quien meritoriamente comienza a volar alto. ¿Espíritu de Sancho Panza en la teoría ensayística de Amando de Miguel? La ciudad -la nuestra ciudad- es distinguida pero no siempre magnánima. Nos enconamos en impugnaciones concéntricas por lo común demasiado estériles. Acaso convenga de cuando en cuando el saludable ejercicio de la socialización de los debates mixtos. Y la relativización de los espejos cóncavos. Debemos exaltar más a menudo a los hijos de esta tierra sin pecar de chovinismo panderetista. Creer a pies juntillas cuánto valen tus conciudadanos.

No siempre -a Dios gracias- operamos por defecto porque de pronto -jamba y umbral, vértice y brocal- surge la consideración y reconsideración en las justas proporciones de la equidad a tiempo presente o a toro pasado… A pie de calle. Con sones de ubicuidad… Ha sucedido días atrás -insisto- con la figura profesional del doctor Rodríguez Alcántara (fallecido sin embargo hace la friolera de cuarenta largos años -10 de enero de 1976-, dato que a decir verdad me confirma su hijo y relevante Administrador de Fincas Juan Manuel Rodríguez Martín).

Juan María Vaca Sánchez del Álamo, eficaz dirigente y pulcro gestor -Académico de Número y Secretario General- de la Real Academia de San Dionisio, me confesaba la tranquilidad siempre reportada por don Alfonso en el nacimiento de sus hijos. Asimismo Magdalena Burgos -Malala para todos sus infinitos amigos-, esposa de Jaime Bachiller Martínez, exquisito hombre de ciencias y académico de prestigio: “Me puse de parto de mi hija Magdalena un 22 de diciembre, día de la lotería de Navidad, y tantos nervios invadían mi inquietud, que el doctor Rodríguez Alcántara me recomendó comenzara a dar vueltas alrededor de la mesa del salón a pasos serenos y acompasados. Cada vuelta coincidía con la enumeración, terminada en pesetas, de los cantos de los niños de San Ildefonso. Pero fue una recomendación eficaz y rotunda. Jamás olvidaré aquel rítmico ejercicio a modo de truco de una persona sabia en lo suyo. Mi hija nació en efecto dicho mismo día envuelta en los pañales de una Navidad maravillosa que siempre permanecerá en mi memoria”.

Mucho y muy hondo tuvo que sembrar don Alfonso en el cenital embarazo y nacimiento de tantísimos jerezanos. Una siembra que recoge incontinenti el agradecido recuerdo y la permanente mención del homenaje tácito. Y es que de la placenta de la más excelsa profesionalidad se alimenta la aclamación popular. Ya decía Valle-Inclán que “el gozo y el amor en la gracia de todas las vidas es el segundo tránsito para entender la belleza del mundo”.

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