Del padre Salido y Esteban Martínez-Polo - Columna semanal de Marco A. Velo en Diario de Jerez




Alfa: La muerte es un tenebroso soliloquio siempre indómito. Una acechanza irrequieta que asoma nunca al trasluz. Aquella implacable veladura -tan grotesca como subjuntiva- cuyo repente permuta a bocajarro presencia por ausencia, la orgánica totalidad por los remanentes de la nada. Luz por negrura. Urdimbre por cenizal. Cantar de los cantares por descensus ad inferos. La muerte -esa (supitaña) visita que se cuela de rondón en las antesalas del letraherido- resta tentativas de duplicidad a la vida. Jamás valida los periodos de treguas o las calendas de entreguerras. Se arroga el sopetón del escrutinio. Golpe de gracia que menuda ídem nos hace. Mejunje de cosmogonía y fantasmagoría.

La hora del vade retro: omnia vulnerant et ultima necat: todas hieren y la última mata. La muerte es el vacío sin vicio. “La descalcez suprema” la denominó Ramón Gómez de la Serna.  ¿El antídoto o el anti todo? ¿El verso versus beso? ¿Antología de jeroglíficos resueltos en la mansión del Señor? ¿Flor del mal a la poética de Baudelaire? “¡Gusano! Oh compañero sordo y silencioso, / mira cómo a ti viene un muerto jubiloso; /tú, de la podre hijo, filósofo despierto, / muévete sin reparos a través de mi ruina, / y dime si aún alguna tortura se destina / a este cuerpo sin alma y, entre los muertos, muerto”.

Jerez se debatió en la sobremesa del pasado lunes con el epílogo -punto y final- de la crónica anunciada. El padre franciscano José Luis Salido -lustral timbre evangélico de ojos expresivos (ingeniosa faz blanquecina que no fingía ninguna tercería)- fallece a sabiendas del mero tránsito del turno propio. ¿Quién da la vez? ¡Con cuán alta y sabia entereza afrontó José Luis la bisagra del más acá con el más allá: chistoso en la exterioridad y desatado llanto en la terrible y frontal soledad oscura de un banco frío y crujiente del atrio de la iglesia de San Francisco -penumbra y aceleración-! ¿Verdad que sí, Pepe Andrade? Salido se enorgullecía de saberse cura cofrade, esa pica en Flandes, esa rara avis, esa escalera de color en la baraja de lo inacostumbrado. Conocía al dedillo el intríngulis de las Hermandades. Su épica y su poética.
Salido -recto de espalda, rizado de pelo cano- silenciaba o enmascaraba su pródigo sentido de la caridad cristiana. ¡Ay si pusiésemos en letras de molde el inventario de sus acciones computadas en ninguna parte! La enfermedad no fue óbice ni impedimenta para que de continuo -carretera y hábito- se desplazase de Cádiz a Jerez en pro del mínimo mantenimiento de la casa franciscana de su tierra natal. La enfermedad del padre Salido ha sido un repunte de extremaunción al volante de la próvida -¿pro vida?- resistencia física. “Pero ya está usted demasiado débil, padre, para tanto trajín de ida y vuelta”. “No os preocupéis: me lleva el coche”. Eso fue talmente el padre Salido de la cuna a la tumba: un conductor de la palabra de Cristo que hace unos días no tuvo que pagar peaje para encarar la autopista del cielo.

Beta: Cambiemos de tercio. Quien a diario frecuente de paso la Plaza del Mamelón advertirá grupos de personas -cualquier edad, cualquier generación- que entran y salen  -apuntes en ristre- de la Escuela Superior de Idiomas de Jerez. No es de extrañar: su gerente, Esteban Martínez-Polo González, ha sabido innovar una enseñanza moderna -todos los idiomas (inglés, francés, alemán, ruso, chino mandarín), todos los niveles, todos los horarios- con una módica tarifa mensual sin parangón y además con una aplicación estratégica de apoyos e implicación quid pro quo a favor de la cultura y las tradiciones jerezanas. Un enfoque empresarial que continúa -suma y sigue- concitando la respuesta del respetable público. Innovación y modernidad al poder.

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