Domingo de Ramos: hoy es siempre todavía - Columna de Marco A. Velo en Diario de Jerez





Alfa: ¿Derrotado y derrocado panteísmo de luz y fuego? ¿Lúdica indolencia de los quietistas tiempos que corren a trasluz de la actualidad? ¿Intangible espejismo de la felicidad remota? ¿Qué pléyade de sensaciones irradia la cúspide sensitiva del Domingo de Ramos? ¿Qué apoderamiento emocional prima? ¿La nostalgia? ¿La renovación de tu mismidad? ¿La extracción del almario popular? ¿El imperio todopoderoso de la claridad? ¿La sedación del olvido? ¿La proclama campeadora de Emerson: "El hombre grande, en medio de la multitud, sabe conservar la serenidad de la soledad"? ¿La salvaguarda -al menos aparente- del elixir de la eterna juventud? ¿La prisa? ¿La precipitación? ¿La brújula de las emociones? ¿La fluctuación de la remembranza que se ahínca y se insinúa y se manifiesta en los palmarios espacios de lo estrictamente restrictivo? ¿La permisible imantación de una Fe que no conoce ni admite devaluaciones? ¿La álgida coyuntura del aire disuelto? ¿La secreción de la abrupta e indolora experiencia déjà vu? ¿La colectiva sonrisa al vitriolo? ¿Las consignas de una hermenéutica que fluye como germanía del lenguaje de la sangre? ¿Impaciencia? ¿Impotencia ante el tiempo que corre a velocidad inacostumbrada? ¿Detención del instante? ¿Capa y cola, esparto y cíngulo, sal y azúcar? ¿Un trajín de costureros madrugadores? ¿Olores reconocibles que alcanzan telepatías extremas? ¿Cimbreantes palmas de un hosanna extrasensorial? ¿Ideales revestidos de pies descalzos y túnica blanquinegra? El Domingo de Ramos es la transustanciación de las generaciones familiares. El (locomotriz) hábitat donde se hospeda el niño que siempre acunamos en nuestros adentros. Es el edénico pasaje nunca ancestral donde también moran los bebés del aquí y ahora. Los críos del siglo XXI. Ángeles custodios del presente revolero. El Domingo de Ramos es el espíritu encendido y la inocencia despierta que reúne en un mismo jardín de infancia -de incienso y alpaca- a hijos y padres: todos entonces niños. Estreno -miniado estreno- de niñez imperante. La nana que sin embargo a todos nos espabila en la narración novísima del milagro otra vez fechado. El Domingo de Ramos es aquel paraje de la memoria donde todo ocurre para más inri. Porque en su longitud de veinticuatro horas, y entrecomillando el celebérrimo verso de Antonio Machado, "hoy es siempre todavía".
Beta: Santiago del Pino Maldonado -amigo de permanente lealtad- me habla de las excelencias del nuevo palo cortado de Bodegas Cayetano del Pino. Yo, de rondón, silbo tonadillas. Alegrón noticiero. Palo cortado para el año en sazón. Santiago del Pino -así como sus hermanas Tete, Alejandra y Cayetana- posee la elegancia británica de la educación cimera. La que heredó -por razones de consanguinidad- de su siempre recordado padre: don Cayetano. El don en razón de su noble caballerosidad. De una genealógica hidalguía congénita. Siendo tan alto de estatura, don Cayetano -que gloria haya- se vestía por los pies. Sin encorvar un ápice la firmeza lumbar de sus principios éticos. Amaba a raudales a su prole. Solía pregonar, silente, la magnificencia de la cohesión familiar. Don Cayetano instauró la divisa existencial de un único modus vivendi. Sin hojarascas ni celosías. Sin envoltorios ni carcasas. Sin inexactitudes de tres al cuarto. Sus problemas eran sólo suyos. Sus alegrías pertenecían ipso facto a los demás, a propios y extraños, a sirios y troyanos. ¿Pecaba de generoso por largo? ¡Quiá! Dad y se os dará. A raudales, a mansalva. Porte de escritor inglés. Plática de conversador inédito. Alteza de miras -hombre de mundo, hombre hecho a sí mismo, hombre de bien-. Don Cayetano del Pino dignificó las acepciones de todos los significantes del vocablo jerezanía. Rehusó al proviso los halagos. Desconocía su mano derecha cuanto ejercía la izquierda y viceversa. Jamás -ni por asomo- confesaba los favores concedidos. Y sumaron cantidades industriales. Ni bailo el agua al retortero ni cometo pecado de lesa ortodoxia. Don Cayetano fue un incombustible dador de éticas humanistas. Su ausencia desbroza ahora el ayuno de un silencio que se pasea de puntillas. Y, como cantara el poeta, "se inclinan los cielos hasta tocar la arena donde estuvo su cuerpo". Santi: ¡un brindis -con palo cortado- por la inmortal memoria de tu padre!

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