Un jueves de Feria pleno de sol y público
El Real se reencontró con sus propios códigos vitales
MAV – MIRA
Don Lorenzo definitivamente, y contra todo pronóstico, se alió con Jerez para regalarle un jueves de Feria lleno de luz y de sol. Después de un miércoles de cielo sombrío y de cierta decrecida de público, el jueves estalló por sus fueros. Recreando unas estampas de luminosidad, elegancia ecuestre y concurrencia de personal absolutamente fascinantes.
Nos recordó -sin aspavientos- el estado natural de la fiesta que contiene, genuinamente, sus propios códigos vitales. Su modus vivendi. En el que la climatología sí parece una condición sine qua non. Por ejemplo: una Feria pasada por agua es un desmembramiento del todo. Podrá argüirse que nada habrá de estropear la convocatoria anual de este júbilo por sevillanas. Pero convendrán con quien suscribe que la climatología constituye un componente esencial.
La Feria no sólo existe intramuros las casetas. El Real comporta el esqueleto, la articulación, que une y funde el remate, la interconexión, de todo el trazado ferial. El callejero de esta viviente ciudad efímera que la ciudad levanta por la Rosaleda cada mes de mayo. Y para callejear parece preciso la alianza del buen tiempo: del factor meteorológico.
El jueves de Feria fue para enmarcar. Un público de atuendo más cómodo, eso sí: menos trajes de flamenca y escasez de chaquetas al mediodía. No tantas reuniones de empresa o institucionales y muchísima más compaña familiar. Serenidad de formas y de movimientos. Personas de todas edades disfrutando en el pronto olvido de ninguna prisa. Parecía como si Jerez hubiese detenido el reloj para amansar y amasar el ritmo del asueto.
Como así el miércoles, muchísima facilidad para encontrar mesas en las casetas, cuyos interiores ni por asomo mostraban un aspecto semivacío. Pero siempre, como un oculto arte de la casuística, cualquier grupo visitante encontraba acomodo. Posiblemente por una inmedible justa correspondencia entre la cantidad de personas que poblaban el Real y la disponibilidad espacial de éste. Es decir: que en ningún instante hubo una sobredimensionada masificación.
Comodidad para disfrutar del estético paseo de caballos y comodidad para también pasear por la calle del Infierno. A primera hora de la tarde, cuando el reloj anunciaba la necesidad del café para el organismo, los cacharritos acogían a muchos niños pequeños pasándolo en grande, algunos con más temor que seguridad, en atracciones clásicas como los históricos caballitos de la Reina o el tren de los escobazos.
La ausencia de prisa es un aditamento muy de agradecer en el ambiente circundante. Algunas casetas proponen tazas de caracoles a módicos precios. Un acierto rotundo. Otras, igualmente, ya han incorporado café al gusto y descafeinado de máquina en sus cartas. Un triunfo en toda regla. El movimiento se demuestra andando. Y la necesidad de café venía siendo una demanda popular que ahora ya parece encontrar respuesta. Así da gusto.