Jerez y aquel niño Manuel


Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez

De los hondones de la madrugada, como un grito mesiánico de lamento y libertad, brotaba la voz ronca, profunda, como un enigma racial, del cante por seguiriya. Era el conjuro a compás que silueteaba la compaña alta de la luna lunera de la posguerra española. El barrio de Santiago, en aquellos primeros años cuarenta, suplantaba el hambre con el llanto en verso del flamenco. Pureza de lo jondo -sangre en la letra y barandas de vértigo en la garganta- que cada noche, como un asomo intruso, se colaba de rondón por la ventanilla del dormitorio del niño Manuel, ya entonces debatiéndose entre la duermevela y los solemnes papeles de papá, tan caligrafiados de pentagramas y semicorcheas.

El contento se le azuleaba en la comisura de los labios al chiquillo: el rito nocturno era un presagio de vida. En lontananza escuchaba los aflamencados cuatro versos hexasílabos -excepto siempre el tercero, que era endecasílabo- provenientes de las callejuelas autodidactas de lo absorto: primaba connaturalmente el sentimiento – de rabia y toná- sobre la forma. ¿Quiénes cantaban a lo lejos como rasgándose la camisa de lo atávico para convertir lo espontáneo en majestad? Manuel educaba el oído -ahuyentada ya la soñarrera- mientras desplegaba a lo largo de la colcha la paternal escritura musical de piezas tan clásicas como ‘Al pie de la Cruz’, ‘Himno oficial de Jerez’, ‘Espumas de champagne (vals)’ o ‘Stabat Mater (Secuencia en forma de cantata)’. De mayor quería ser como su padre. Y al cotejo del destino se entregaba imaginando, con somma passione, convertirse en un compositor de fuste. Su esperanza -joven, primigenia- sonaba a danza de corceles. ¿Acaso no proclamaría décadas después Camarón de la Isla que “el tiempo va sobre el sueño”?

Manuel, eso sí, desconocía que había recalado a nativitate en una ciudad difícil. Sociológicamente hablando. Ciudad -a menudo con visos de pueblo- difícil… para con la valía de los suyos. Ciudad ¿ingrata?, ¿injusta?, ¿olvidadiza?, ¿desagradecida? con los que destacan... ¿Cainita? Quizá no llegue a tanto. Pero siempre Jerez de las asignaturas pendientes para según con qué o para según con quiénes. Asignaturas pendientes en el debe de nombres propios.

Manuel hizo mundo, verbigracia entre Madrid y Miami, trituró las vagas conjeturas, se fraguó una carrera de prestigio internacional, trabajó a destajo sin rendir nunca pleitesía a la inspiración, para así erigirse – con (gran molto) expressione- en el más grande  compositor de música romántica de todos los tiempos. Durante sesenta señeros años de liderazgo. Sin parangón. Laus Deo. Y, si no, indague el lector cómo su fecunda producción  -cientos y cientos de temas, la práctica totalidad éxitos arrolladores- han contribuido, entre otros, al estrellato de intérpretes tales Raphael, Julio Iglesias, Rocío Jurado, Basilio, Emmanuel,  José Luis Rodríguez ‘El Puma’, Nino Bravo Luis Miguel, Jeanette, Hernaldo Zúñiga, Isabel Pantoja, Cristian Castro, José José, Plácido Domingo…

Manuel, como los talentos divinos, no se da importancia. Y pese a la pusilanimidad evidenciaba por Jerez al respecto de su magisterio universal, el compositor asegura que toda su obra ha podido escribirla “por jerezano". Sin haber hablado del mar, marinero, este artista inconmensurable jamás ha dejado su condición jerezana al albur. Señal inequívoca de que sigue siendo aquél. Aquél que no ha permitido un crujido frío y seco -ni que se rompa la noche- entre -¡qué sabe nadie!- “lo que me gusta o no me gusta de este mundo”. Pues bien: a veces tras el cristal de la mañana amanece un hálito de correspondencia. Y parece que Jerez -más vale tarde que nunca- ha espabilado en los ojos de aquel niño soñador de pianos blancos que responde al nombre de Manuel Álvarez-Beigbeder Pérez. Manuel Alejandro para la gloria musical. Todo apunta al pronto desquite de la asignatura pendiente de su predilecta consideración como hijo de esta bendita tierra.  Tierra de pares y nones. Pero también tierra fértil que aún – con el corazón en carne viva- sigue espigando seguiriyas en la madrugada sin horas del barrio de Santiago.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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