Pepe Puyol o cuando el Niño Jesús nació en la Plata


Marco A. Velo – Jerez íntimo – Diario de Jerez 

 

 

Esta columna de hoy lunes no puede coger las de Villadiego. Porque el protagonista que ahora elevamos al papel prensa es humilde de condición y transparente hasta las trancas. Porque jamás se la jugó ni se la juró a nadie y porque su existencia -serena como un verso de tinta verde- ha basculado entre la simpatía y la autosuperación. Vino al mundo José Puyol Vargas ‘Nene’ -jerezano hasta las cejas- meses antes de que la selección española de los Ramallets, Puchades, Basora, Gaínza y Zarra históricamente pasara a la semifinal de aquel mítico Mundial 1950. O sea: con el deporte ya predestinado en las cachas. Sus padres y abuelos eran habitantes identitarios del barrio de San Pedro -allí donde el callejeo del costumbrismo más familiar afloraba en algarabía de niños con flequillos cortados en horizontal simetría y pantalones cortos al uso infantil de la época franquista-. Barrio cuyo clima social ya “estaba como nunca”, al compás del pegadizo eslogan de Fundador. 

 

Sin embargo, por mor del punto y seguido del hilo de su biografía, Pepe Puyol nació en un piso nuevo que sus padres habían adquirido en la barriada la Plata. El parto irradió aquel azul machadiano tan soleado de infancia. Me cuentan testigos directos del feliz natalicio que la matrona hizo correr la voz ipso facto entre el vecindario, con rapidez de noticiero de boca a oreja, de casapuerta en casapuerta, y de ventanales a balconadas, de azoteas a patios de geranios, en atención a un único y casi bíblico anuncio: allí había nacido el mismísimo Niño Jesús, “de bonito que era”. El 1 de enero colgaba de todos los calendarios. Y la muchedumbre, tal pastores ante el pesebre de la buena nueva, se aglutinó en pos del recién nacido. ¡Cómo sonreían, ya con la incertidumbre depositada en los cangilones del olvido, sus padres Isabel Vargas y Miguel Puyol! 

 

Nene Puyol ha sido un jerezano hecho a sí mismo. Amante vocacional del mundo no por montera pero sí sobre dos ruedas. Para conocer de cerca y alcanzar a comprender la dimensión de su afición deportiva podríamos valernos de títulos cinematográficos como ‘Deprisa, deprisa’ película tan de minorías como ya de culto para cinéfilos empedernidos como quien suscribe. O la también cinta española ‘Las bicicletas son para el verano’ -no precisamente malograda adaptación de la obra de teatro escrita por Fernando Fernán Gómez-.  O la película italiana de Matilda de Angelis y Stefano Accorsi ‘Veloz como el viento’. O el filme africano ‘El niño que domó el viento’ o la comedia dramática multipremiada ‘El niño de la bicicleta’. 

 

Cuanto ha hecho Pepe Puyol por el ciclismo jerezano está fuera de toda duda. ¿A qué número de ciclistas, contados por cientos, ha formado durante más de cincuenta años a menudo además bajo su propio patrocinio económico? “Hay que invertir en deporte base porque ello contribuirá a formar ciudadanos de primera”. Acaba de ser premiado en la IV Gala del Deporte de nuestra ciudad quien, con todos los honores -no en balde fundó la primera Escuela Ciclista de España- es considerado como el padre del ciclismo jerezano. 

 

Como competidor, como árbitro y como formador Pepe Puyol no tiene parangón en la modalidad. Por tanto no cabe esperar ni un minuto más para el inicio de la tramitación de la solicitud de una calle en su nombre, que es hacerlo por la abnegación, por la educación de los valores deportivos y por la raigambre pionera en la apuesta por del mundo de la bicicleta. ¿Vamos a ello? Pidámoslo a nuestro Ayuntamiento, que de seguro atenderá con sensibilidad la propuesta, y al Niño Jesús que, con “su carita divina”, también supo nacer un 1 de enero de 1950 en la jerezanísima barriada de la Plata. 

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