Zarra

La figura de Zarra no pasa desapercibida para la resonancia periodística española. Qué no aportaría este futbolista en la suya época de gloriosos triunfos para que tantas décadas después el imperio del olvido no ejerciera su dictadura sobre un delantero centro muy a la antigua usanza. Zarra no fue un producto franquista sino una consecuencia de la dignidad deportiva. La entonces denominada furia española destilaba el tronío de la vocación por la profesionalidad, de la profesionalidad por la vocación. El sentimiento de los colores que jamás encarcelaban pese a los barrotes rojiblancos de la camiseta bilbaína. Hablamos de otro fútbol más enraizado en los latidos del amor a la institución. Los contratos se firmaban en los despachos de la lealtad. Hoy el deporte rey sólo conoce las razones de la tarjeta VISA. La esquematización de la rentabilidad. Pero el fútbol de los cuarenta y cincuenta, con su disciplina de la entrega por convencimiento, creaba afición. Porque los contratos millonarios –inexistentes entonces- sólo mancillarían la credibilidad de un esfuerzo ligado además a los incentivos del sentimiento. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. La mítica delantera del Bilbao –en la fotografía que ilustra este post- ha sido transmitida como cantinela del patrimonio nacional de padres a hijos, de abuelos a nietos. Yo siempre la escuché en voz de mi progenitor cuando hablar del fútbol español se trataba. El famoso gol de Zarra a Inglaterra representaba la cima de la tenencia carpetovetónica. España y unidad del país –ay- crecían como concepto sinónimo. España y defensa de lo nuestro brotaban como ligazón de poderío y hermandad social y emoción conjunta. Y además la primacía de una constancia con rentabilidad de la mayor eficacia: los muchos pichichis conseguidos por Zarra únicamente traslucen la raza. La raza de Zarra como una permutación consonántica del haz y el envés de la certeza futbolera. El cabezazo, el zambombazo, el cañonazo que siempre encajaba el cuero en la red. Zarra continúa marcando por la escuadra el gol del rescate de la memoria de todos los españoles. Incluidos los hermanos vascos.

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