No se lo digas a mamá

Mariló Montero es una periodista de raza y rezo que no esconde la jurisprudencia de su catálogo de valores. Un decálogo con los que coincido a pies juntillas. Siempre suelo estar de acuerdo –me reconozco, me transparento- en los artículos escritos por esta mujer capaz de comunicar con la fuerza de la palabra. Ser la esposa de Carlos Herrera no significa ninguna desventaja para el desempeño de su profesión. Suman dos periodistas complementarios, enamorados de su trabajo y de su concepto de la familia. Bien avenidos, compenetrados, fieles a una misma divisa. Tenía previsto colgar hoy varios posts en mi blog (he sacado mucho rédito al fin de semana), pero prefiero enaltecer la contundencia del magnífico artículo que Mariló Montero ha publicado en Diario de Sevilla. Comprueben la exactitud de su prosa, la limpieza de sus pensamientos y la responsabilidad de su ubicación social. La prensa deja en evidencia determinados acuerdos políticos cuando parte de una pluma, de una firma, de una rúbrica equitativa y razonable (las opiniones fanatizadas están faltas de credibilidad). Mariló Montero aboga por la libertad de acción y por la democracia de las ideas. Compruébenlo de primera mano. He aquí, textualmente, su deslumbrante columna:

No se lo digas a mamá – Por Mariló Montero

“Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres. Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella.

Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto. El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual.

Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado. Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.

Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia.

Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé?

Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia. Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada.

Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto?

Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la necesitas". Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola. Porque soy su madre”.

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