Me lo he pasado bomba, bimba y boom

Estimados oyentes de la Cadena COPE: Turno para el análisis de fondo. La Feria de Jerez ha tocado retreta. Retirada, desmontaje, esfumación y aquí no ha pasado nada. La ciudad efímera se evapora como por arte de ensalmo. Cada jerezano ha disfrutado o padecido a su especial manera la precedencia de los días intensos, efímeros, jubilosos, jacarandosos y melindrosos del Real del Parque González Hontoria. Coexisten tantas Ferias particulares como almas (en pena o en canto de gloria) pisaron el albero del mejor brindis.

El aspecto sustancial del balance se torna debate interno de las circunstancias personales de todo quisque. Es al Ayuntamiento a quien corresponde dictar estudio y estadio de las posibles mejoras de cara a los años venideros del porvenir de este gran palacio de la fraternidad. En términos generales a mí me ha parecido una Feria esplendorosa. La convivencia ha sido viable y, por ende, renovable. Lo cual no es moco de pavo ni peccata minuta. Incentivar los engarces propicios para la avenencia –para la avenencia de la venencia- entraña ya de por sí un síntoma de predisposición colectiva. Una irrebatible e imbatible tendencia social.

Los oyentes de COPE Jerez han podido disfrutar de unas refrescantes tertulias –in situ, en vivo y directo, a pie de caseta- de tres a cinco de la tarde. Ha sido un modo concercano de hacer radio entre copa y COPE. Recuerdo aquel debate –profusamente sociológico- donde destripamos el código de barras de la Feria actual en clara sucesión de las Ferias de antaño. Fue algo así como regurgitar y resucitar a la misma vez las entrañas, el esqueleto, la soldadura de la evolución natural de la fiesta. De lo ancestral a lo usual.

Porque la Feria de Jerez no debe olvidar ni sus orígenes ni tampoco el núcleo de su dedicatoria: el caballo. Y si lo jerezanos miramos a la grada cuando de homenajear al caballo se trata… mal empezamos. Aquí no podemos afirmar que el caballo y la Feria de Jerez poseen una fama que no están en los escritos. Porque en efecto sí permanece sobre los escritos de autores tales José María Pemán, Manuel Barbadillo, Alfonso Grosso, etcétera. No será mala opción retomar estos párrafos para abanicar la grandeza del evento que hemos dejado atrás como un soplo de nuestro contento.

Yo me lo he pasado bomba, bimba y boom. En un altar doméstico he puesto los zapatos llenos de polvo en recuerdo y remembranza de los días precedentes. Leo a posteriori el altísimo número de intervenciones, atenciones y obligaciones que ha operado la Cruz Roja a propósito de derrames, contusiones, desmayos, intoxicaciones y borracheras de la peor índole. Esta circunstancia responde a la desmañada interpretación de la alegría. No hay mayor ciego que quien no quiere ver. Pobre de aquel. Ya lo dejó dicho –con canto y con acanto- Antonio Martínez Ares en la presentación de su mítica comparsa La niña de mis ojos.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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