Dragolandia

Editorial del espacio radiofónico ‘Café de París’ – Viernes 18 septiembre

Estimados oyentes de la Cadena COPE: No debemos fruncir el entrecejo ni lanzar venablos por la boca. La televisión está tomando rumbos de simetría. Entre tanto detritus maloliente –entre tanta basura de zapping a contrapelo de una programación fútil, huera y hueca- encontramos -¡oh rara avis!- alguna pica en Flandes con formato innovador y altamente didáctico. Pues sí: estáis oyendo al pie de la letra. Sucedía que en la televisión de la contraespaña abundaba la revisión del contraejemplo. Los guionistas de la caja tonta andaban papando moscas, rascándose plácidamente la tripa, contemplando a discreción las musarañas o iniciando un proceso de regresión a la mansedumbre de los simios.

Sin embargo arriban buenas nuevas en esta ancha Castilla del libro de los gustos. Del gusto de los espectadores, naturalmente. Como el mío no está pintado de blanco, sino escrito y muy escrito con letras cursivas, pues parto una lanza –a la cervantina cortada- a favor de alguna determinada y determinante propuesta televisiva: por ejemplo el sedicente y recurrente Dragolandia en Telemadrid. No me duelen prendas evidenciar –de nuevo- mi dragomanía: ese laberinto de viajes, de amor, de prosa barroca, de confesiones sin confusiones, de opulencias sintácticas, de registros en libertad, de aventuras y de desventuras. Dragolandia nos la promete muy felices: disidencias e incluso insolencias, erudición, poesía, denuncia sin pelos en la lengua y una generosa porción de periodismo cultural.

Este domingo comienza el invento, el viaducto, la pasarela de las Buenas Letras. Telemadrid apuesta por la vanguardia de la tradición: una paradoja ignota, una inventiva racial y la invectiva –con ce- marcial. La tele, insisto, a veces nos regala un diamante en bruto. Nuestra inteligencia sabrá pulir esta joya que ahora nace con hambre de respeto y con hambruna de (buena) educación.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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