Amaia Salamanca –a más de un trío de compañeros de reparto de la teleserie Sin tetas no hay paraíso- dedicó un morrocotudo plantón este pasado sábado a Jordi González en el plató de La Noria. Uno de los desaparecidos en combate responde ahora al apelativo de El Gato. Se trata del sustituto de El Duque. Dos productos prefabricados para el borreguil movimiento de las masas. ¿Cómo pueden caer nuestras quinceañeras en la engañifa de diseño de los programadores, guionistas y empresarios de la pasión juvenil? ¿Verdaderamente resulta tan sencillo en nuestra España –inveterada e invertebrada, insisto- engendrar héroes guaperas como banderín de enganche para delirantes índices de audiencia, fervores desorbitados y estrellas de contraejemplos? Puedo jurar por lo más sagrado que, al tenor de los azares de las distracciones de mis particulares lances cotidianos, nunca he visto ni de pasada un capítulo de la altisonante serie de marras. Después de la espantada de los actores o actorcillos -¡ustedes juzguen!- al requerimiento promocional de Jordi González (al fin y al cabo trabajan en la misma cadena), no me arrepiento un ápice de mi desapego –a partir de hoy súbito e irrevocable- de esta propuesta televisiva basada preferentemente en músculos de engreimiento, en bellezas de altanería y posturitas de figurines adosados. Amaia Salamanca no asistió a La Noria por descatalogarla de su altura artística: ella sólo comparte escenario con programas de glamour y alto copete. La chica va sobrada de porte, seducción de falsilla y gaitas de nadería. Acaba de aterrizar en las autopistas del éxito y ya mira por encima del hombro al cobrador del peaje. Para mí que Tele 5 debía propinarla/les a Salamanca y todos los ausentes de La Noria un castigo de tomo y lomo. De boquitas pintadas sabrán mucho pero de corporativismo y de marketing de empresa… cero patatero. Grotesco.
El plantón de Amaia Salamanca
Amaia Salamanca –a más de un trío de compañeros de reparto de la teleserie Sin tetas no hay paraíso- dedicó un morrocotudo plantón este pasado sábado a Jordi González en el plató de La Noria. Uno de los desaparecidos en combate responde ahora al apelativo de El Gato. Se trata del sustituto de El Duque. Dos productos prefabricados para el borreguil movimiento de las masas. ¿Cómo pueden caer nuestras quinceañeras en la engañifa de diseño de los programadores, guionistas y empresarios de la pasión juvenil? ¿Verdaderamente resulta tan sencillo en nuestra España –inveterada e invertebrada, insisto- engendrar héroes guaperas como banderín de enganche para delirantes índices de audiencia, fervores desorbitados y estrellas de contraejemplos? Puedo jurar por lo más sagrado que, al tenor de los azares de las distracciones de mis particulares lances cotidianos, nunca he visto ni de pasada un capítulo de la altisonante serie de marras. Después de la espantada de los actores o actorcillos -¡ustedes juzguen!- al requerimiento promocional de Jordi González (al fin y al cabo trabajan en la misma cadena), no me arrepiento un ápice de mi desapego –a partir de hoy súbito e irrevocable- de esta propuesta televisiva basada preferentemente en músculos de engreimiento, en bellezas de altanería y posturitas de figurines adosados. Amaia Salamanca no asistió a La Noria por descatalogarla de su altura artística: ella sólo comparte escenario con programas de glamour y alto copete. La chica va sobrada de porte, seducción de falsilla y gaitas de nadería. Acaba de aterrizar en las autopistas del éxito y ya mira por encima del hombro al cobrador del peaje. Para mí que Tele 5 debía propinarla/les a Salamanca y todos los ausentes de La Noria un castigo de tomo y lomo. De boquitas pintadas sabrán mucho pero de corporativismo y de marketing de empresa… cero patatero. Grotesco.
Amaia Salamanca –a más de un trío de compañeros de reparto de la teleserie Sin tetas no hay paraíso- dedicó un morrocotudo plantón este pasado sábado a Jordi González en el plató de La Noria. Uno de los desaparecidos en combate responde ahora al apelativo de El Gato. Se trata del sustituto de El Duque. Dos productos prefabricados para el borreguil movimiento de las masas. ¿Cómo pueden caer nuestras quinceañeras en la engañifa de diseño de los programadores, guionistas y empresarios de la pasión juvenil? ¿Verdaderamente resulta tan sencillo en nuestra España –inveterada e invertebrada, insisto- engendrar héroes guaperas como banderín de enganche para delirantes índices de audiencia, fervores desorbitados y estrellas de contraejemplos? Puedo jurar por lo más sagrado que, al tenor de los azares de las distracciones de mis particulares lances cotidianos, nunca he visto ni de pasada un capítulo de la altisonante serie de marras. Después de la espantada de los actores o actorcillos -¡ustedes juzguen!- al requerimiento promocional de Jordi González (al fin y al cabo trabajan en la misma cadena), no me arrepiento un ápice de mi desapego –a partir de hoy súbito e irrevocable- de esta propuesta televisiva basada preferentemente en músculos de engreimiento, en bellezas de altanería y posturitas de figurines adosados. Amaia Salamanca no asistió a La Noria por descatalogarla de su altura artística: ella sólo comparte escenario con programas de glamour y alto copete. La chica va sobrada de porte, seducción de falsilla y gaitas de nadería. Acaba de aterrizar en las autopistas del éxito y ya mira por encima del hombro al cobrador del peaje. Para mí que Tele 5 debía propinarla/les a Salamanca y todos los ausentes de La Noria un castigo de tomo y lomo. De boquitas pintadas sabrán mucho pero de corporativismo y de marketing de empresa… cero patatero. Grotesco.