Un escritor con toda la barba

Editorial del espacio radiofónico Café de París

Estimados oyentes de la Cadena COPE: Hoy, como anticipada despedida de la programación provincial de verano, me arremango los machos de la reflexión personal para transmitiros un ramillete de recomendaciones culturales. Siempre con la lectura como telón de fondo. Siempre con las letras como faldón explicativo. Siempre con la escritura como baluarte de un contagio más o menos público.

En primer lugar suscribo a vuelapluma una petición: rompamos el tópico que enlaza y entrelaza el mayor índice de lectura con el periplo vacacional veraniego. Y no porque abogue por la mengua de la presencia de libros bajo la sombrilla de la canícula sino porque insto al apego de la siempre variopinta República de las Letras durante el resto de las estaciones del año. Al igual que una golondrina no hace verano, el reconfortante Universo de Gutenberg necesita de la continuidad –sostenida y sostenible- de nuestra tendencia y de nuestra proclividad al mágicamente revelador mundo de los libros.

Apéguense a la prosa de los escritores de relumbrón y apaguen por las bravas –de un tiro en el cogote y a quemarropa- la televisión: la caja tonta anda últimamente con el paso cambiado, a trasmano de cualquier ensoñada derivación didáctica, de cualquier intercambio instructivo, de cualquier programa de autor. Pero autor de sesgo propio y de sello propicio. Y dicho esto… pasemos correlativamente a sendos tratamientos, señalamientos y alumbramientos literarios.

Estando un servidor de ustedes culebreando –y metiendo el pecho de hoz y coz- en los estantes de la librería de El Corte Inglés sita en la madrileña Puerta del Sol, me topé de bruces, frente por frente, con un volumen de tomazo y lomo, con un libro tan trascendente como escasamente trascendido (al menos desde la parrilla noticiosa de las adamantinas novedades librescas). Una joya pulida y pulimentada. Me refiero a la compilación minuciosamente fechada y reglada –con entradas y salidas, con salidas y entradas- de toda la correspondencia de banda ancha que mantuvo Camilo José Cela con trece intelectuales entonces en el exilio.

Esta relación epistolar –que suma casi mil cartas- la mantuvo el Nobel gallego con María Zambrano, Rafael Alberti, Américo Castro, Fernando Arrabal, Jorge Guillén, Max Aub, Emilio Prados, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, León Felipe, Corpus Barga, Francisco Ayala y Ramón J. Sénder. La idea germinal, originaria, de esta feliz iniciativa parte del anterior editor de Destino, Joaquim Palau, quien gestionó fructíferamente un acuerdo con la Fundación Iria Flavia, poseedora a la postre de todas estas misivas.

Según ha explicado Eduardo Chamorro, prologuista y estudioso de la presente obra, "en el proceso de selección se decidió dejar fuera aquellas cartas que, aunque tuvieran su corresponsal en el exilio no dijeran nada de importancia sobre el exilio como categoría (…) Aquí aparece el Cela fundador y director de los Papeles de Son Armadans, y la justificación de las cartas es el intento del propio Cela de reincorporar a todo el exilio a la cultura española, porque entiende que es ahí donde tienen que estar los escritores y escritoras y da por supuesto que si no fuera así sería una catástrofe para la cultura española”.

Recomendable monumento a la España de otro tiempo que, empero, justifica y enraíza nuestros orígenes –que no aborígenes- sedimentos de la Madre Literatura. La copiosidad y la sinceridad laten sin arritmias en este acompasado millar de páginas. Pues informados quedan, queridos oyentes. La temporada 2009/2010 arranca con bulle bulle de movimientos, acertijos, novelas, poesía pura y televisión impura. Todos nos debemos el bálsamo de la lectura. Porque los ríos de la escritura ajena dan a la mar de nuestra conciencia. Y nuestra conciencia a veces se queja de su falta de aperturismo. Sed razonablemente jubilosos y la próxima semana os emplazo a un café vienés en esta parisina terraza del parnaso de las antenas radiofónicas.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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