El bautizo de ‘EH Crónica’

Sólo unas breves palabras de introito y salutación en mi calidad de responsable de la programación cultural del Grupo de empresas que hoy acoge y recoge en su seno de noble estaño esta presentación literaria generadora de no pocos motivos de júbilo.

De un lado… el feliz paritorio de una nueva colección enmarcada dentro de la moldura plural y diversa de la editorial EH Editores. Porque hoy presentamos –con expansiva sonrisa de oreja a oreja, con la suprema implicación de un balsámico compromiso social, con la tácita retribución agenciada por el caudal cultural que toda publicación comporta, con el rigor asido a la letra impresa- la colección que, después de pasar por el tamiz y por el matiz de la pila bautismal de su mejor natalicio, hemos dado en llamar EH Crónica.

Responde el novísimo serial al exclusivo embalaje ensayístico. El ensayo como condimento, el ensayo como fundamento y el ensayo como sustento. No me negarán que la noticia no trae consigo todo un arsenal de loables propósitos. Inaugurar una colección desprovista de números clausus, de fechas de caducidad, de acotamientos censurables, de opresiones ideológicas ya significa de antemano y ya dignifica a priori la génesis de su apoteosis, de su traca germinal, de su puesta en marcha y de su pistoletazo de salida.

Porque, endemás, el ensayismo entraña –per se y de suyo- un género en alza que precisa de apoyo editorial: abramos pues, sin mayor dilación, la vereda de futuribles trabajos de investigación histórica, de compilación de escritos periodísticos, de concienzudos tratados científicos, de traducciones de incunables, de revisiones de obras perdidas antaño por el desagüe del olvido y, a su vez, demos cancha –inclusive- al maridaje resultante del binomio siempre factible y siempre asible de temáticas como fotografía y glosa literaria, arte y memoria, pintura y textos clásicos, articulismo y viñeta, cómic y entrevista, etcétera, etcétera.

El título que inaugura la colección EH Crónica no tiene desperdicio en los contornos y en los contoneos de nuestro fuero interno. El diagnóstico será de veras inapelable porque… en veraces y voraces lectores nos transformaremos cuando hayamos rebañado, asimilado y punto menos que digerido cuantas páginas –crepitantes de actualidad y amenidad- nos remiten Ramón Clavijo y Pepe López con el matasellos de su intrínseco nivel intelectual y de su extrínseco tropel ambiental. Porque sí: los artículos incubados en este libro poseen ambiente, atmósfera, vigencia, cotidianidad, lirismo, denuncia, sagacidad, polisemia, multiplicidad, criterio, ojo avizor, asueto, letras en negrita y en cursiva y en bastardillas, pulso callejero, alquimia en primera persona del singular y una ecuánime verbalización de la familia de palabras de vocablos como franqueza, honestidad o pureza moral.

Que nadie salga por peteneras ni pinte bastos en los lienzos de la predicción. El que nos ocupa no es un libro de crítica literaria al modo academicista ni tampoco un mandamiento de la ley de los dioses de la cátedra asentada en los sitiales de la intolerancia. Ni por asomo imagináis cuán divertido escriben estos ahítos articulistas de DIARIO DE JEREZ. Un periódico que, dicho sea de pasada, no relega la sección cultural a los espacios otrora reservados a esta mal considerada hermana menor del papel prensa. Si ‘Lectores sin remedio’ es hoy una gozosa realidad, una real gozada, se debe (en elevados tantos por ciento) al plácet que DIARIO DE JEREZ otorga –con lealtad espartana- a la página semanal coronada con homónima denominación.

Debo confesaros que un servidor de ustedes-a la sazón quien os habla- se lo ha pasado pipa, bomba, bimba y cañón releyendo cada pieza de este dietario de introspecciones sentimentales siempre dirigidas al libro fetiche, al libro reportaje, al libro mito, al libro trascendente, al libro trascendido, al libro como medicamento capaz de soslayar y aniquilar toda clase de males.

No pierdan comba y compren tamaño muestrario de crónicas sociales recreadas con gracejo y ocurrencia, con nombres de escritores pretéritos y posmodernos, con estilo lineal y llegadizo, con pespuntes de asuntos colaterales, con pinceles de académicos en pleno ejercicio y con pinreles de autores que pisan y pasean el pulso diario del latido de la vida.

Argumentan los eximios en la materia que lo propio de la filosofía es contradecirse. La contradicción sustenta uno de los tres principios rectores de la indagación aristotélica. Hagámonos hoy, por tanto, acérrimos discípulos de Aristóteles y cometamos la contradicción de evadirnos de la realidad lanzándonos a las bravas a los verosímiles abismos de su tratamiento literario. No otra cosa nos proponen Ramón y Pepe, Pepe y Ramón, dos rectores sin tedio, dos mentores sin asedio y dos lectores sin remedio.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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