Un thriller psicológico entre lo onírico y lo orgánico

Dándome patadas allí donde la espalda pierde su honroso nombre. A toda prisa, a toda pastilla, a toda mecha: echando chispas por el tubo de escape de la impaciencia. Así acudí este pasado viernes noche a la jornada de estreno de la película ‘Hierro’. Algún que otro camarada de ASECAN –Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía- ya me había siseado/silbado por lo bajinis la excelente factura del filme. Por mi cuenta y riesgo –certezas de visionario cinematrográfico- añadí yo otra miel sobre hojuela: el protagonismo –con ocupación del noventa y cinco por ciento de los planos- de la virtuosísima actriz Elena Anaya. Su belleza connatural (atemperada verticalmente por la lividez de una delgadez inquietante) aseguraría la mirada dulcísona, penetrante y rosácea del reserso del argumento. Las imágenes que ofrece ‘Hierro’ deslumbran según el laberíntico paseo interior propuesto desde el minuto uno. Según avanza el metraje descubrimos que a no dudarlo estamos presenciando la ópera prima de un maestro en ciernes. Promete sin falsos resortes este Gabe Ibáñez capaz de convertir el celuloide en efecto orgánico, soplo de asfixia psicólogíca, penetración de la incertidumbre hasta las mismas lindes de la exasperación colectiva. Películón etiquetado bajo la industria del cine hispano. La trama propone el expresionismo de lo onírico: la atmósfera enmascarada de la cruda irrealidad a partir de un verismo cuajado de tragedia e incógnita. Esta obra no permite la posposición, el retraso, la demora de su primer visionado en formato DVD. El espectáculo visual perdería muchos enteros.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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