¿Reminiscencias sexistas en Blancanieves?

Los gazapos lingüísticos de Bibiana Aído ya no se salen de madre. Y no por una inopinada corrección sintáctica sino por mera desacreditación de los juicios y prejuicios de la doña Ministra. Todo Gobierno incorpora a su equipo de mandamases un ejemplar ducho en perlas literarias. ¿Admitimos a la joven andaluza como patrona del galopante muestrario de gazapos versus pureza castellana? Sea. Existe acuerdo tácito al respecto. Incluso hasta los sumergidos en la soñarrera del ‘mejor no meneallo’ admiten las barrabasadas de esta baqueteada e implume defensora de la ecuménica desigualdad. No entraremos a saco en los sótanos pestilentes de la política proabortista. Porque, aunque prefiero distinguir la aguja de la paja, el oro del grano, el hilo del pabilo, en esta matanza de inocentes no encuentro hálitos ni hábitos de justificación alguna. De los nuevos dioses mundanos al posmoderno Becerro de Oro no dista ni medio palmo de insensatez. Pero la última chorrada provoca la algarada del menoscabo o el bufido de los españolitos todos. Ahora resulta que ciertos cuentos tradicionales han de ser punto menos que prohibidos a tenor de su carácter sexista. Blancanieves verbigracia. ¿Es o no es, paciente lector, para lanzar venablos a discreción? Un consejo predeterminado: ¡que silencien sus peroratas las voces pejigueras de turno! Porque la doña Ministra ya se encarama en la cúspide del reverso de la misma Naturaleza. Y es que su andamiaje moral avanza siempre a contra natura. Primer Mandamiento de la Ley de la Igualdad: ensanchen la nómina de los no/natos, de los no nacidos, de los acribillados en el útero materno. Segundo Mandamiento: arranquen de un plumazo –al modo de los demudados arrebatacapas- aquellos cuentos que promulgaban valores humanos como el amor, la justicia social, la transmisión de las buenas acciones, la hospitalidad, la solidaridad, la supremacía de la sinceridad, etcétera, etcétera. Los falsos progresistas orquestaron –no ha mucho- una oleada de encubierta significación pornográfica en el argumento de Blancanieves (por no abandonar tan ilustre clásico de Disney). ¡Para batirse de risa! Hoy desenrollan el pliego de cargo del sexismo sobre bellísimas recreaciones de la animación como La Cenicienta, La Bella Durmiente o la susodicha Blancanieves. Es pecado venial depender de príncipes azules o echar la colada en casa de los siete enanitos. Así las gasta Bibiana. Que los colegios españoles enciendan una hoguera: los cuentos tradicionales manipulan la educación de nuestros chavales. ¡Como si estas historias de brujas, manzanas venenosas y zapatos de cristal revirtieran sus trasfondos en la más inmediata realidad! De ser así, la nariz de José Luis Rodríguez Zapatero estaría –irremisiblemente- creciendo a cada segundo. ¿Sí o sí, amigo Pinocho?

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