Crónica a vuela pluma de mi Feria del Caballo. Omito la espaciosidad de un todo y -¡estructuralismo al sesgo!- realzo el valor del talle del detalle. Creo en vos, político o política, por sus obras que son amores y no buenas razones. Mantengo mi tendencia al supremo goce de la conversación. Un glosario imposible para el jubileo del González Hontoria. El viernes tarde estuve en los toros con la emoción arrodillada a puerta gayola. Muleta con brío de Padilla. Puerta Grande del Periodismo Especializado para un crítico taurino de mano diestra: José Antonio Jiménez

Mis penúltimas Ferias del Caballo –incluida, naturalmente, la aún omnipresente 2010- han sido de rechupete. Valga la expresión castellanizada. Por veces me agrada en mayor medida el sentido social y socializante de esta fiesta multitentacular y poliédrica, de tamaña ciudad o ciudadela (efímera y atemporal como el camino hacia Ítaca), de semejante formulación de las emociones incidentalmente fraternales. Y remacho el calificativo ‘social y socializante’ –que no socialista, pese a mis charlotas y cortesías con amigas como Dolores Barroso (tu propuesta, Loli, la acepto del tirón y sin ningún receso del planteamiento personal), Pilar Sánchez (coincidimos al unísono dos o tres veces en la caseta de La Voz) o José Manuel Jiménez-. Incluso nos saludamos Bibiana Aído y un servidor en el protocolario intercambio de sonrisas explicitadas según el correlato dialéctico de don Tío Pepe. Muy al contrario de cuanto algún camarada y colega pudiera suscribir a vuela pluma, mis siglas políticas se miden por el rasero de la persona ejerciente. Por las obras son amores y no buenas razones del predicador don Ejemplo. Por el barómetro de capacidad, honradez, carisma, eficacia, transparencia y veracidad del hombre y/o la mujer que desempeña este nobilísimo oficio –ora sin beneficio pagable ora con pingues réditos económicos-. Tampoco me tengo por apolítico ni menos todavía por apátrida. Afortunadamente por mis venas no corre sangre de horchata. La política se dignifica en la actitud y en la aptitud de quien la desempeña y no, de seguidillo y por añadidura, en consonancia (o incluso en asonancia) de las siglas que impere en el frontispicio de su carné, de su afiliación o de su momentánea adscripción. No prejuzgo a los diputados, alcaldes de hecho, alcaldables candidatos, ediles, concejales, delegados y demás cargos con cargas por el yunque de las izquierdas, las derechas, los unos y los otros, los de Pompeyo y los de César, los blanquiazules o los rojiblancos. Creo en vos, político y política que no corrompe, que no hurta, que no juguetea con la esperanza del pueblo. Me es indiferente la tendencia de su militancia, el anagrama de sus iguales y el signo de su ismo –léase izquierdismo, derechismo, centrismo, etcétera-. La ideología de partido es una entelequia cuya resolución ya resuena a épicos cantos de sirena. La Feria del Caballo mantiene su carácter, su sístole, su contracción social y socializadora pero no vinculante al PSOE ni al PP ni a IU ni al sursum corda ni a Benito el de la purga. Dicho queda. Y, en lo sucesivo, me mantengo en mis trece: valga decir: no comment.

Después de esta nada arbitraria digresión, retomemos el palique del cogollo de este meollo que todavía combina vino fino y gaseosa Sprite. ¡Menudo rebujito! Y, como coda, notifico la pluralidad de mi indistinto charloteo con los también amigos –diversidad al canto- María José García-Pelayo, Felisa Rosado (ya sabes, Felisa, descuelga el teléfono de la conferencia netamente cultural que nos traemos entre manos), Javier Durá, José Galvín o Antonio Saldaña (te debo, sí, mi tarjeta en justa reciprocidad). El espacio se achica, se constriñe, se acorcha, se acolcha y se acobarda ante la colosal imposibilidad de enumerar el glosario de personas con las que –de costadillo o de tú a tú- he mantenido parrafada durante los ocho intensos e intonsos días del jubileo del Parque González Hontoria. ¡Qué gozada la manufactura de la buena conversación! ¿Verdad que sí Paco Molina Santiago, Angelito García-Mier, Juan Luis Pérez, Prudencio López Campuzano, Antonio Núñez, Ramón Clavijo, Ángel Maza, Charo Conde, José Antonio Montero…? El tiempo –¡quién lo dijera a tientas y a ciegas!- se está pasando de frenada para desmentir a largo plazo la aseveración de don José María Pemán sobre la Feria de Jerez. Mucha apariencia, quizá, pero asimismo no poca efervescencia –espiritual, empresarial, testimonial, vivencial-. Sin necesidad de cicerones, ni de guías subalternos ni de mentores espontáneos, podremos convertirnos en el non plus ultra, en el no va más, en el colmo de lo faraónico de los encuentros y reencuentros tertuliantes, inmoderados y siempre ¿sobredimensionados? Ummm… ¡Ultreya! ¿No andamos hastiados de prisas asfixiantes, del ritmo interpuesto por el bullebulle del siglo XXI, de correcaminos con BlackBerry en mano, de oxígeno plastificado y de plurales mayestáticos sin ton ni son? ¿Por qué diantre no apostamos a ciegas por la realeza ambiental de una Feria cuya evolución, cuya busilis, cuyo médula, cuya férula gradualmente abandona el envés de su decreciente superficialidad y adquiere a cantidades industriales el haz de su creciente autenticidad? La Feria va a mejor. Superando a matacaballo –paradójica terminología al fuste- los vaivenes y claroscuros ¿pasajeros? que no ha mucho tergiversaron la fisonomía de tan jerezana manera de concebir las volutas de nuestras señas de identidad. ¡Ole con ole y olé!

Un post scriptum con elegancia de media verónica: el viernes estuve en los toros. Como mandan los cánones de un clasicismo que no advierte gigantes de nadería en los molinos de la imaginación. Estructuralismo filosófico para un clamor de albero. Por descontado disfruté como gozan los toreros que presagian troneras de aplausos en la inmediatez de toda heroicidad con hechuras de puerta gayola. Rescato, al pie de la letra, la crónica escrita con mano diestra y con ilustrativo conocimiento de causa por el prestigiosísimo crítico taurino de Onda Cero José Antonio Jiménez. Leamos textualmente su contenido de caireles y autorización. Dice así: “Prosigue la marcha triunfalista de la feria taurina de Jerez con un público festivo que pide orejas a diestro y siniestro contando con un palco benévolo que lo concede todo. Registró buena entrada en esta ocasión, el coso jerezano, que tiene a Morante como su torero predilecto pues el de La Puebla en Jerez ha protagonizado verdaderas obras de arte. La corrida fue remendada con tres toros de Gavira, que a la postre, resultaron los de mejor juego. Sobre todo el cuarto y sexto fueron excelentes para la muleta con más brío el que cerró plaza. Padilla se reencontró con el éxito, en su ciudad natal, ante el cuarto de la tarde. Hacía tiempo que no tenía suerte en los sorteos y por fin le ha embestido un toro, de forma pastueña, pero con clase y nobleza a raudales. Juan José calentó el ambiente tras un quite por faroles e invitó a Morante a poner banderillas. Fue uno de los detalles de la tarde que puso al público en pie tras pares espectaculares de Padilla y artísticos de Morante. El sevillano es artista por los cuatro costados y con las banderillas no se queda atrás. Cita en corto, cuadra en la cara, sube los brazos sin saltar excesivamente y sale del embroque andando como si tal cosa….esto solo está reservado para los tocados por la varita de los duendes. El toro fue un santo varón que embestía con nobleza propia de un astado para torear de salón aunque se rajó antes de terminar la faena. Padilla lo muleteó con templanza, en algunos pasajes, sin llegar a redondear una excelsa obra de arte pero con solvencia y eficacia. Se lució con detalles pintureros y es que se lo permitió el noble toro a un diestro acostumbrado a pechar con las más duras. El que abrió plaza no tuvo recorrido y el jerezano tras parear de nuevo de forma espectacular lo pasaportó tras estar voluntarioso con él. Los duendes tendrán que esperar a la jornada del sábado porque el lote de Morante fue el peor. Su primero fue noble pero demasiado flojo. El toro metió la cara con clase pero a cuenta gotas. Algunos destellos marca de la casa nos dejaron con la miel en los labios. Le robó un par de naturales antológicos y un pase del desdén que dejaron al personal con ganas de más. La faena fue premiada con una oreja muy benévola. La versión “espartera” de Morante llegó en el quinto. El toro de Victoriano del Rio vendía caras las embestidas y el de la Puebla estuvo firme de plantas. La faceta valiente del diestro salió a relucir lejos de los tópicos del “torero artista”. El toro, alto de agujas, no se desplazaba y se le coló por el izquierdo en un par de ocasiones. En otros tiempos de la carrera del sevillano hubiese sido de sainete. Los duendes aguardan de todas formas al sábado por si acaso. Miguel Ángel Perera anduvo con su seguridad característica. La faena redonda llegó ante el sexto que fue el mejor toro de la tarde. Primero el toreo ligado con templanza y ligazón para luego, en la corta distancia, terminar de calentar el ambiente con su habitual arrimón “ojedista”. Tras ligar varios muletazos en un palmo de terreno puso a la plaza en pie. Una gran estocada le valió para obtener las dos orejas y salir en hombros junto al Ciclón de Jerez”. ¡Cuánta precisión, cuánta fidelidad a lo acontecido, cuánta agilidad de pluma, cuánta trascripción fidedigna, don José Antonio! ¡Una crónica, la suya, que también merece la Puerta Grande del periodismo especializado!

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