Más de doscientas personas llenan hasta la bandera la zona descubierta de la Escuela de Hostelería en el estreno de la Semana de Teatro del Grupo Romero Caballero

El público ovacionó en repetidas ocasiones la interpretación de ‘Suspenso en amor’ a cargo del cuadro actoral del Taller de Teatro Dioniso


Una eclosión de ambientación, profesionalidad y envergadura artística. La jornada inaugural de la Semana de Teatro GRC concitó el interés de numerosísimos aficionados al género teatral desde todas sus vertientes. El martes más de doscientas personas llenaron hasta la bandera el aforo del patio/zona descubierta de la Escuela de Hostelería de Jerez. Allí se levantó, se edificó, se construyó un coliseo en toda regla que hizo las delicias de la ingente concurrencia. Una velada al aire libre que sin embargo condensó el interés del patio de butacas en un silencio imperturbable de principio a fin. La obra representada, ‘Suspenso en amor’, fue prodigiosamente desglosada por el cuadro actoral de la compañía Taller de Teatro Dioniso. Ya durante los primeros minutos de la función un mismo interrogante gravitaba en las mientes de la práctica totalidad del público: ¿En efecto podemos asegurar a pies juntillas y sin temor a equívocos que estos actores y estas actrices han de considerarse amateurs, noveles, por el simple hecho de no cobrar sus actuaciones? La calidad dramática de lo pulsado encima del escenario enseguida negaba de raíz semejante aseveración. Porque el grupo de artistas liderado por el veterano Luis Guerra destiló categoría interpretativa a pulmón lleno. Lloraron, rieron, dialogaron, discutieron y se enamoraron como nunca antes sobre las tablas de un escenario abocado a la más alta significación de los sentimientos a flor de piel. Distintos condicionantes –que a la postre fluctuaron en pulsiones de profesionalidad- avalaron la singularidad de esta puesta en escena. Por un lado la enfermedad que se cebó con el polifacético Luis Guerra el pasado domingo y cuya dolencia casi provoca la suspensión de la convocatoria de anoche. Pero Luis Guerra demostró la prelación de su profesionalidad, el énfasis de su vocación, la legítima lealtad de la talla actoral. Ni se pospuso la representación de la obra ni tampoco –para sorpresa de propios y extraños- faltó Luis a la encarnación de su papel. Actuó, eso sí, en silla de ruedas pero… ¡qué poderío de facultades a las duras y a las maduras! ¡Cuánta conjugación de las temperaturas de la sencillez! ¡Cuán llegadizo contagio del personaje! De otro lado el estreno de un puñadito de jovencísimos actores que por vez primera se enfrentaban al vivo y directo de la cuarta pared. Pero ni defraudaron ni acartonaron la escenificación de una historia palpitante de situaciones extremas y de corazones desbordantes. Si bien la música intensificaba las cúspides discursivas de la sinopsis, el público prorrumpió al unísono en atronadoras ovaciones al término de cada uno de los tres actos. No cabe, pues, la precisión de otros dispositivos analíticos. Sobriedad decorativa, estructura ortodoxa –presentación, nudo y desenlace- y salpicados humorísticos que aliñaban con sal y ocurrencia la potencialidad nostálgica (amores imposibles, amores confusos, amores no correspondidos) del drama. Regusto de satisfacción unánime. Abrazos, felicitaciones y un aperitivo de brindis y jerezanía para una noche de verano invitadora a la tertulia y a la ganancia de novísimas amistades.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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