El imán secreto de José Luis Jiménez

José Luis Jiménez –¡sabedlo bien sirios y troyanos!- goza de un imán secreto (e inexpugnable e infalible e irrompible) que atrae los fotogramas en los que de soslayo, de hoz y coz, de gorra y de garabatillo aparece el ábrete sésamo del vino de Jerez. O sea: el jerez escrito con letra minúscula y también saboreado al hilo del gañote con letra mayúscula. No se trata de un apunte opinable sino de una certeza. De una certitud/exactitud. Algún mercachifle creerá –por demérito- que José Luis posee el don de la casualidad (virtud ultramundana no obstante propia de los inteligentes, de los avispados y de los vocacionales) pero -¡uf!- yerra de parte a parte. Sucede que José Luis es un cinéfilo empedernido cuyas posaderas descansan muchas horas delante de la pequeña y gran pantalla y consiguientemente –el hallazgo brota en el tajo- abarca y ensancha y amplifica los tantos por cientos, las pistas detectivescas, el doble contra sencillo y las posibilidades de descubrimiento. Existe, de su puño y letra, de su rescate y de su rapto, un libro inédito al respecto. Me consta porque un servidor rubrica el prólogo o prologuillo de tan magna obra. Mientras el ensayo salta o no salta a los escaparates de novedades (todo se andará: a la fuerza ahorcan), yo subo a la confesionalidad de este blog un nuevo aporte. Léase la serie Mujeres desesperadas. Para vuestro disfrute y coleto (el fotograma, naturalmente, y no la desesperación de la mujeres. Valga la aclaración para que mi estimada Bibiana Aído no lea entre líneas y opte por censurar con bolígrafo rojo la última frase del presente documento).

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