Como un embarazo en acuarela, como un pensamiento decúbito, como una redova sin escenario

Siempre puse la mano en el fuego por la obra cinematográfica de Claude Cabrol. Suelo romper una lanza de filiación por los cineastas descriptores de la realidad en contradanza, por aquellos escritores visuales que filman ten con ten los recónditos desencantos –el escepticismo que se duele atemporalmente- de la burguesía, el nihilismo incluso libertario de la opulencia. Un cine de seno. De diálogo de la interioridad. De panty con olor a desencanto y con color a la compraventa de un abismo moral sin kilometrajes verticales. En sus guiones retozaban los gorgoritos de la Francia menos inventariada: eutrapelia (virtud que modera las diversiones) de personajes bellos como un embarazo en acuarela, como un pensamiento decúbito, como una redova sin escenario. Su muerte –el pasado 12 de septiembre- resucita la Nouvelle Vague. Y una producción posterior flanqueada de gafas oscuras, de redondillas de pelo rubio y de enmudecidos pintalabios.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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