De bóbilis bóbilis
Sanlúcar de Barrameda –si exploramos sus inviolables meandros geográficos, si azuzamos sus ignotos rincones urbanos- es un edén plácido y una praxis sin eufemismos para nuestro regusto gastronómico. Reordenando fotografías veraniegas dispersas por la cuadratura del escritorio del ordenador –ese puzle de colorines a destajo- aparecen un puñadito instantáneas agosteñas. ¿Han probado la paella siempre a punto de ‘Los Corrales’? ¿Y sus revueltos de receta andaluza? ¿Y las ensaladas de salmón? ¿Y el café bombón de ‘La Ibense’? Pues no pierdan comba y, aunque la lluvia ya casi es machadiana monotonía tras los cristales, escapen a los pagos de la manzanilla y échense al buche algunos de estos manjares al alcance de todos los bolsillos. Y así, de bóbilis bóbilis hincará el diente en arroz de primera y en tocinillos de cielo de aquí pan y mañana gloria.
Sanlúcar de Barrameda –si exploramos sus inviolables meandros geográficos, si azuzamos sus ignotos rincones urbanos- es un edén plácido y una praxis sin eufemismos para nuestro regusto gastronómico. Reordenando fotografías veraniegas dispersas por la cuadratura del escritorio del ordenador –ese puzle de colorines a destajo- aparecen un puñadito instantáneas agosteñas. ¿Han probado la paella siempre a punto de ‘Los Corrales’? ¿Y sus revueltos de receta andaluza? ¿Y las ensaladas de salmón? ¿Y el café bombón de ‘La Ibense’? Pues no pierdan comba y, aunque la lluvia ya casi es machadiana monotonía tras los cristales, escapen a los pagos de la manzanilla y échense al buche algunos de estos manjares al alcance de todos los bolsillos. Y así, de bóbilis bóbilis hincará el diente en arroz de primera y en tocinillos de cielo de aquí pan y mañana gloria.
