Surtido cinematográfico de comentarios al pil-pil

De mil amores levanto la cubierta del ordenador portátil –pese a la hora intempestiva de esta madrugada granulada y eólica-: la actualidad me exige un surtido variado de comentarios al pil-pil. Ensalivo las facultades gástricas del teclado. A veces el ejercicio narrativo, si parte de la confesionalidad, deviene rítmico y creíble. Un blog comporta todas los mecanismos de lo suspecto, todos los resortes de la sospecha o todos los espinos del beneficio de la duda. No obstante la falsedad renace contraproducente en los cuencos, en las entrelíneas, en los márgenes de un cuaderno de bitácora. La mentira, aquí, no tiene sentido. Porque respondería a un salivazo proyectado verticalmente o al disparadero de un arma arrojadiza contra el mismo escribiente, contra el mismo yo, contra el envés de quien teclea al hilo del pensamiento. La ficción, camaradas, para las novelas y los guiones venturosos. Demasiada patraña pulula por los laberintos del infortunio de internet para que los blogueros andemos al ralentí, al retortero y al pan, zurrapa. El blog no admite los paraísos artificiales de la cáscara. Digresión aparte, entro en harina.

- Nunca es tarde si la dicha es buena. Nunca es tarde si el visionado de una película de impecable factura llega a nuestro visionado en formato DVD. Nunca es tarde si el texto fílmico mantiene erre que erre un discurso de gestos expresivos, de lenguaje de la mirada, de primeros planos reveladores y de fotografía de la retina a modo de clímax incluso ortográfico. Pongamos que hablo de ‘Madres e hijas’ y de la ascendente Naomi Watts como protagonista de armas tomar cuya irisación profesional –tanto en la vida real como en el argumento del filme- parte de la abismal reciedumbre del pasado (el desamparo de la infancia proyecta un futuro de imbatibilidad e impenetrabilidad). Mujer versus la realidad. Carácter duro e infalible como la textura del mármol. ‘Madres e hijas’ aborda la soledad de la frustración femenina, la mística del arrepentimiento, la enología y la sabrosura del escapismo moral, la impotencia de la infecundidad, la proa de lo insospechado, el galimatías de las relaciones sociales. Obra espaciosa de aspiración vitalicia. Una crítica acerba y escrutadora del abandono de los hijos recién nacidos. Una revalorización coetánea de las menguas sentimentales de la adopción sin orden ni concierto. La cuadratura del círculo de las vueltas que –como el eje del mundo- da la vida contra todo pronóstico. Estoque certero (nunca pinchando en hueso) cuando la espada del destino todavía otorga el brindis de la segunda oportunidad.

- Difiero (de extranjis) de un compañero periodista: ‘Los ojos de Julia’ –si colocamos a Belén Rueda en el vértice de la cimentación protagónica- se me antoja mejor película que ‘El orfanato’. Incluso si nos asentamos sobre la sillería de la segmentación, la estratificación y la composición cinematográfica. La oscuridad no únicamente ciega los ojos de Julia sino el acecho de la trama, el acoso de la sinopsis, el descoloque de un thriller que nos envuelve como sombras en cuarto creciente. ‘Los ojos de Julia’ destaca, de entrada, por su planificación. Valga decir: la fotografía, la angulación, la colocación de la cámara… Asimismo cobra un papel definidor e incluso actuante el siempre huidizo ‘fuera de campo’ de la acción. La mirada invidente de la protagonista ilumina –con la magnesia de la psicosis- los bordes del encuadre, la sombría conjetura del dolor, de la sangre, del asesinato. Nota bene: aplaudo con incondicional frenesí el toque hitchcokiano de la cinta: péndulos de obra maestra que se quiere y no se quiere enmarcada en la crítica favorablemente arrobada de incondicionalidad. ‘Los ojos de Julia’ desteje el hilo de Ariadna del misterio sin resolver. ¿Predecible? Pongo en solfa este achaque de dudosa demostración. Un servidor de ustedes y de nadie ha visto cine a granel y ‘Los ojos de Julia’ no puede calificarse como una película singularmente adivinable. ¡Bien por Belén!

- A la necrológica de Luis García Berlanga –suscrita días atrás bajo las coordenadas del presente Diario Inconfeso y publicada de inmediato en el blog oficial de ASECAN- sumo ahora una españolada atípica: mis tres frases enhebradas a la memoria del secundario de lujo, del inconmensurable actor grupal, del bonanzoso hombre de la interpretación, del animal escénico por antonomasia y hasta la extenuación… ¡don Manuel Alexandre! Ni por ‘Plácido’ ni por ‘Atraco a las tres’ ni por ‘Los ladrones van a la oficina’, para mí Manuel Alexandre será (de bóbilis bóbilis) recordado por su papel, por su encarnación y por su personificación de don Mati (el risueño y dilecto profesor de los Parchís en aquella película infantil del multicolor inicio de los años ochenta). Me impactó –siendo yo niño y muchacho, como en el poema de los juegos florales- la comprensión y la defensa de la verdad de don Mati. Tan es así que, agudizando mi entonces prometedor oído musical, saqué de memoria las notas de uno de los temas principales de esta película –la titulada ‘Ayúdale’- para interpretarla a capela (tan sólo amenizada por mi melódica, la guitarra de Antonio Veguita Alonso y un par de flautas) en la asignatura de Música del Colegio La Salle. El resultado de aquella actuación nos propinó un imbatible sobresaliente. Diez sobre diez. Para que luego digan que las películas ‘comestibles’ no pueden ni por asomo inmortalizar los hilos de oro de la carrera de un actor de tomo y lomo. Manuel Alexandre, el querido profesor don Matías, lo fue: preclaro en su impertérrito e incólume abordaje de la más densa e indesmayable trayectoria profesional. Post scriptum: os dejo un par de direcciones alusivas a los mencionados temas musicales de la película de los Parchís: http://www.youtube.com/watch?v=uIRkuk92U_Q&feature=related y http://www.youtube.com/watch?v=PQGyCt2wBmE

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL