Discurso pronunciado en la presentación del DVD de la Hermandad de la Buena Muerte

Sr. Hermano Mayor y miembros del Cabildo de Oficiales y cofrades de a pie de la Hermandad de la Buena Muerte - Colegas, camaradas, compañeros, dignísima concurrencia… Señoras y señores: amigos todos

Si bien el Gran Poder con mayúsculas asienta su código postal en la sevillanísima Plaza de San Lorenzo, los cofrades del procomún –tanto quien os habla como la práctica totalidad de todos vosotros- poseemos otro gran poder innato e inmanente –esta vez escrito con letras minúsculas- que sin embargo nos permite arrebujar el calendario a nuestro capricho, en contradanza de las manillas de reloj y al retortero del almanaque oficial de las más asentadas y acendradas costumbres, hábitos y usos locales o localistas.

Díganme, si no, cómo diantres los cofrades amasamos la siempre barroca voluta de los pestiños –en pleno adviento de zambombas y preludios navideños- metiendo entre hoz y coz, entre Pinto y Valdemoro, entre polvorones y almireces de villancicos, un acto semanasantero de la factura y la categoría como el que hoy acogemos, concelebramos y exaltamos a todo trance, a toda ultranza y a toda costa.

La respuesta estriba en el don sobrenatural, macanudo y omnímodo del cofrade para agavillar la extrapolación del tiempo, para detener el segundero de los relojes en la praxis de lo inminente, para recorrer hacia atrás las metafísicas calendas de la nostalgia.
El ser cofrade es una filosofía de vida, una divisa existencial si se quiere, incapacitada para los registros acotados por los corchetes de las épocas, las fechas y el vencimiento de los días.
De ahí que yo hoy encienda la radio de cretona para escuchar a las claritas del día la retransmisión en directo del tronío de una saeta –que es oración cantada, que es desgarro del alma y que es confesionario de aire y alborada- cuyo quejío desbroza y descorcha el brocamantón de una amanecida de capirotes negros a la recogida de la Madrugada de los largos silencios.

De ahí que yo hoy – sabiéndome mentalista de la remembranza- anochezca todos los parámetros del ayer para descorrer las cortinas de damasco de los recuerdos y avivar así, en la ancha indulgencia de la Calle Nueva, la figura andarina de Paco Núñez de nuevo marchando a paso inquieto –negra túnica y negro capuz- camino de Santiago en aquellos años color sepia donde el candil de la Fe significaba el doctorado honoris causa de la dignidad de los héroes, los santos y los buenos cofrades jerezanos.

De ahí que yo ahora alce –en la versátil memoria de medio siglo- una cruz arbórea que abre sendero y guía en la envergadura y en soldadura de cincuenta años de gozo penitencial, de esparto atado a la cintura del Evangelio andante y del manual de estilo de una corporación que no necesita ringorrangos de fanfarria periodística ni publicidad de tres al cuarto.
Enhorabuena, hermanos, por conservar como oro en paño el patrimonio de apellidos y de dulces nombres de todos y cada uno de vuestros antecesores, de vuestros fundadores, de vuestros mayores. Así y sólo así… se hace Historia.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL