‘Anacleto se divorcia’ y ‘La dama boba’ clausuraron una muy exitosa Semana del Teatro ‘Grupo Romero Caballero’ que logró reunir en el Cortijo de Ducha a unos 2.000 espectadores


Si bien la puesta en escena de ‘Julieta tiene un desliz’ alcanzó el cenit de compenetración entre el público que abarrotaba el Salón Ducha y el cuadro actoral –gracias, insistimos, a un inspiradísimo Rubén Burgos en su inaugurado papel protagonista-, la representación de ‘Anacleto se divorcia’ –pluscuamperfecta sátira de la ley del divorcio- no le quedó a la zaga el viernes de la Semana del Teatro ‘Grupo Romero Caballero’. Muñoz Seca en estado puro, ‘Anacleto’ sugiere una puesta en serie que ni pintiparada para las características interpretativas de los miembros del Taller de Teatro Dionisio. Machihembrados de sincronía e incluso de anarquía conjuntiva (también ciertos sesgos de estudiada improvisación dotaron al espectáculo de gags aparentemente sueltos del ovillo argumental pero sin embargo indispensable para la chispa humorística que destilaba sorpresa y conjunción de principio a fin). El ‘Anacleto’ dirigido por Luis Guerra comienza a constituirse como un clásico nunca manido en el repertorio de este grupo teatral jerezano. No existe mejor modo de homenajear a Muñoz Seca que asumiendo por entero el espíritu de la letra, la letra de la escenificación, la escenificación del guiño cómico, a veces enredador, a menudo entrañable, donde los sentimientos nobles y el temperamento a prueba de bombas forman un sola haz. Obra de pulso madurado encima de las tablas. Ovación final de las casi quinientas personas que poblaban el aforo. Una fiesta, por todo lo alto, de la concepción paradigmática de las artes escénicas.

Y de Muñoz Seca a Lope de Vega

Todo clásico precisa del revisionismo, de la adaptación y del leve trastoque de su exposición escénica. ‘La dama boba’, de Lope de Vega, cuajó una modulación a no dudarlo versátil y acoplada, intelectualmente, al gusto del numerosísimo público que el pasado domingo también abarrotaba el Salón de Ducha en la jornada de clausura de la Semana del Teatro ‘Grupo Romero Caballero’. Risa, amor, platonismo, bobería y una magistral capacidad para el cambio de registro de los personajes. La Compañía Kimera, de Madrid, templó la efusividad del enamoramiento para demostrar que en el adarme teatral también la letra con sangre entra. Con sangre o, por mejor decir, con la candela roja de un carmín entregado. Carmín, resueltamente, de los labios de las ascendentes actrices –no pierdan comba sus nombres- Ana Salas y Lucía Espín.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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