El segundo concierto de la Semana de la Música aportó la contundencia de un grupo revelación: ‘Ironics’


La prodigiosa voz de Julia Ruiz y la calidad artística de sus compañeras Laura y Valva González suscitaron las más efusivas felicitaciones del concurrido auditorio


No pierdan pista, no pierdan comba, no pierdan la sonoridad del nombre, del epígrafe, del luminoso titular que las aglutina: Ironics. Darán que hablar, darán que contar, darán que cantar. En efecto: que cantar. Apostamos doble contra sencillo: la solidez artística aquí no permite resquicios para ningún interrogante. A veces la no siempre clarificadora industria musical (plagada y plegada de oscuros conductos) frena en seco la oportunidad, el germen y la acuñación del despegue, de la forja que toda trayectoria profesional –relevadora y reveladora- merece. Relevación y revelación unidas bajo el haz y el envés del factor suerte. O de un inaprensible fenómeno de convergencia a favor o a la contra según el cúmulo de causalidades o de casualidades cuyos cangilones o bien catapultan o bien entierran el nacimiento o el renacimiento de un puñado de artistas dotados –de sobras- para la composición y para la interpretación musical. Justezas y desajustes (justicias e injusticias) del sino de cada cual. O de las pretensiones nobles o innobles que pululan en derredor. La calidad no siempre camina de la mano de la fama. Precisamente por falta o por mengua de promociones adecuadas/ajustadas a la proyección (primigenia) del/la cantante en ciernes o del grupo o la banda ávidos de escenario, de ojeadores, de productores con capacidad de distingo y distinción. Valga decir: el ojo avizor de los empresarios de la música y el (glutinoso) criterio de selección dependen de factores a menudo ajenos al natural beneficio de la reciprocidad. Y en contadas ocasiones hasta del oficio de la objetividad.

De ahí que uno de los esenciales fundamentos de la organización de la Semana de la Música ‘Grupo Romero Caballero’, en el Complejo Cortijo de Ducha, no sea sino la elevación a niveles públicos -¿mediáticos?- de artistas noveles que necesariamente precisan de espacio, de conciertos, de papel prensa, de divulgación, de cimentación. Sobre todo si, tal el caso que nos ocupa, da pábulo a la virtud del talento, al talento de la virtud, al connatural don estético de la interpretación. El grupo Ironics asombró –dejó atónitos, embelesó- a todos cuantos ayer martes acudieron al Salón Ducha. Por no pocos motivos: de entrada en razón a la prodigiosa voz de la solista Julia Ruiz Bazo. Una voz arrolladora de personalidad, de ternura cuando el registro así lo demanda, de timbres poéticos en matrimoniada mezcolanza sin embargo con eléctricos ritmos de rock and roll o, asimismo, de dulcísona cadencia nimbada por el pop de su propio repertorio. Julia es una cantante total, integral, polifacética e incluso multifuncional. Versátil. Escribe, compone, modela, modula. Suena a ella misma, de modo que posee la denominación de origen de un sello inimitable. Quienes conocen de cerca el sacramento de su vocación y, consiguientemente, la teología de su aptitud –aliñada de continuo por el natural dominio de un creacionismo de autor- asumen por entero el diamante a medias pulido que palpita en el fuero interno de esta muchacha siempre atenta al ‘crescendo’, al continuum, al suma y sigue de su prometedora carrera.

Al costadillo de Julia, otros dos portentos de cualificación y potencialidad rítmica, ambas también creadoras, creativas, compositoras, compositivas: Laura y Valvanera (ambas apellidadas González por consanguinidad de espíritu y no por parentela). La primera, cantante y batería; la segunda, bajo. Las tres -¡por allí resopla!- versifican el cancionero de la modernidad. No habremos de devanarnos los sesos para considerar a bote pronto que las Ironics acaban de grabar una maqueta de canciones de personal rúbrica. Situémonos: cubren la fase inicial, ¿iniciática?, de la ruleta de la fortuna, del porvenir edificado de todas a todas. No obstante anoche dieron la campanada. Mismidad, genuinidad, particularidad.

Velada musical de trazos alternativos, de europeización de lo estrictamente local. Ironics contextualizó su sonoro éxito en el Cortijo de Ducha. Y cada nota, cada pentagrama, auguraba un luminoso futuro hecho entonces encendido presente.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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