“Protocolo y solemnidad se hacían patente en la plaza Esteve con la salida de Las Cinco Llagas”

Crónica textual publicada en Diario de Jerez. Pie de foto del autor Manuel Aranda: “El cortejo de la Hermandad de las Cinco Llagas perfectamente formado en su desfile por Carrera Oficial”

Fuente: Diario de Jerez. Redacta: Juan Pedro Lobato. La Noche de Jesús representa para la Semana Santa jerezana una de las jornadas cofrades más especiales. La oscuridad como protagonista, el silencio de las calles, la aparente calma de la ciudad y la noche más completa del año por delante. Como dicen, en la variedad está el gusto, por lo que los contrastes que deja la Madrugada en el pensamiento cofrade es la representación del saber estar de hermandades con personalidades tan diversas como las que procesionan en la extensión del Jueves Santo -o en el temprano Viernes, según se quiera ver-.

El comienzo de la noche es el principal ejemplo de ese contraste de formas de vivir la pasión en Semana Santa. Y no hace falta salir del mismo barrio para comprobarlo. En torno a la medianoche, tras un Jueves Santo protagonizado de nuevo por la lluvia, los partes meteorológicos señalaban una tregua a la Madrugada, por lo que la gente empezaba a darse cita para ver a dos hermandades con personalidades diferentes. Por un lado, en torno a la majestuosa iglesia de San Miguel, la cofradía reina del silencio, austeridad y sobriedad, la del Santísimo Crucifijo de la Salud. Con tan solo tres calles de diferencia, la capilla de La Yedra estaba a punto de ser el origen de todos los aplausos y vítores de la alegría que causa la Reina de La Plazuela a su caminar por cualquier rincón de Jerez.

Con quince minutos de diferencia, debido a un pequeño chaparrón en la zona, y ante un silencio y oscuridad que pesaba, conmovía y ponía los vellos de punta, las puertas de la inmensa iglesia de San Miguel se abrían y una estremecedora imagen sacudía a todos los cofrades presentes. Las infinitas paredes del templo eran solo alumbradas por los cirios de un cortejo de negro riguroso perfectamente formado. La misma iluminación alumbraba al Santo Crucifijo al final del cortejo que ya ponía rumbo a la plaza del Arenal en un itinerario cambiado para salvar los quince minutos de retraso. Tras el desfile de los hermanos, portadores de la única luz que alumbraba la plaza, el misterio comenzaba su camino para dejar ver a su pueblo la primera estampa histórica de la noche, ya que la sagrada imagen apareció sin potencias ni corona de espinas, como procesionaba hace más de siete décadas. La bella talla de María Santísima de la Encarnación haría el mismo camino entre el ensordecedor silencio y oscuridad del enclave bajo uno de los palios mejor bordados de la ciudad.

Aún más en el centro, otra imagen de protocolo y solemnidad se hacían patente en la plaza Esteve con la salida de Las Cinco Llagas desde San Francisco a las dos y media de la madrugada. El cortejo de nazarenos blancos puso camino entre los presentes hacia el barrio de San Pedro seguidos por el titular de la cofradía, Padre Jesús de la Vía-Crucis, una de las mejores tallas salidas de las manos de Ramón Chaveli. Un paso de misterio singular, exornado con una capa de césped, hacía la delicia de los presentes que contemplaron al Señor, con su cruz a cuestas, enfilando la calle Santa María con El Gallo Azul de fondo, un momento que respiraba a Jerez. María Santísima de la Esperanza, por su parte, hacía lo propio elevando a sublime la calidad de los palios que desfilan en la ciudad durante la Noche de Jesús.

El barrio de San Pedro acogía entonces el contraste. Mientras por Caracuel terminaba de desfilar el silencio blanco, los nazarenos blanquiverdes de La Sentencia comenzaban a entrar por Antona de Dios. Hasta el final de la calle Prieta no se vislumbraba el espectacular misterio de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, que miraba al pueblo resignado y escoltado por dos romanos de plumas inmensas que se mecían perfectamente al compás que marcaba la banda de ‘La Estrella’ a la cuadrilla. Y a él le seguía la Reina del palio verde, la Esperanza de la Yedra, que llegaba con la majestuosidad y señoriales formas que la caracterizan. Fantástico estreno de Tomás Sampalo, demostrando que no hay calle que no haga grande ella, a la que con cada levantá sus hombres la llevaban al mismísimo cielo y que con cada revirá hacía el gusto de cualquiera que aprecie el saber marchar.

Sobre esta misma hora, a las tres y cuarto de la noche, en la basílica de La Merced otra estampa cofrade iba a hacer historia en Jerez, ya que desde este templo hacía estación de penitencia la Hermandad de la Buena Muerte. Un trozo de corazón cofrade se parte cada año que pasa y las corporaciones con sede en Santiago no pueden procesionar desde allí. La de la Buena Muerte es una cofradía que lleva a la máxima potencia aquello de que menos es más con su exquisita sencillez en el sentido y en las formas de hacer las cosas. Un crucificado muerto, imponente y austero que quita la respiración a su paso por cualquier calle y que completa la no menos perfecta talla de María Santísima del Dulce Nombre. Su canastilla de plata con manto, palio y faldones sin bordar hacen de la humildad una virtud estética.

Unos minutos más tarde, la alameda de Cristina presenciaba la salida de una de las hermandades más singulares de la Semana Santa de la ciudad, El Nazareno. La corporación porta sus tres pasos a la jerezana -como muchos dicen-, a parihuelas. Otra de sus cualidades exclusivas es la de llevar banda de música anunciando la llegada de la cofradía antes de la cruz de guía. Jesús Nazareno, tirado por un burlón ‘Marquillo’ cruzó la única calle que separa a San Juan de Letrán de la Carrera Oficial, como así lo haría San Juan y posteriormente la Señora del Traspaso con sus habituales coronas fúnebres colgadas del palio, este año mucho más discretas que en años anteriores. Unas estaciones de penitencia espectaculares hasta la Catedral protagonizadas por un cielo estrellado y la luna en el horizonte, al menos hasta que llegó el amanecer. Alrededor de las siete y media, con Santo Crucifijo y Cinco Llagas ya recogidas, La Yedra comenzaba a subir por José Luis Diez entre un fondo de nubarrones negros que trajeron augurios no deseados y aunque en escasas chicotás quisieron poner remedio, les pilló una lluvia torrencial en plena Corredera. En la friolera de quince minutos llegaron a La Plazuela entre aplausos, vítores, gritos de apoyo y lágrimas de sus hermanos y vecinos. Mejor suerte tuvo El Nazareno, ya que el imprevisto le pilló en calle Larga, a tiro de piedra de su capilla, por lo que pudo recogerse sin sufrir tantos daños como La Buena Muerte, que le comenzó a llover mientras el palio comenzaba a enfilar Tornería. Tras ir a paso de agua hasta la iglesia de la Victoria y no haber nadie que le abriera, el cortejo puso rumbo, sin alterarse en ningún momento, hasta La Merced, poniendo un final descorazonador a una perfecta jornada cofrade hasta el momento.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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