Del correcto uso de la norma escrita o la gimnástica falta de respeto a la lengua que glorificara Cervantes o, al decir de Emilio Prados, “sacar la médula aunque duela el hueso”



Hay quien, a juzgar por los gazapos –seamos clementes y definámoslos así-  con los que emborrona y ennegrece y motea fanfarronamente su escritura de parvulario, comete vez tras vez una superlativa falta de respeto con la lengua que glorificara Cervantes. Admitamos –sin emboqueras gramaticales- que ni de lejos corren bonos tiempos para la lírica.
-         ¿Tampoco para la física?
-         Depende.
-         ¿De qué? ¿De la magnesia y de la inercia?
-         No. De la gimnasia y de la acracia.
Los -¿espectables o execrables?- modernos métodos digitales de comunicación sacan a flote –no ya la hambruna protagónica de algunos fanfarrones zangolotinos- sino su parvedad quiérase ortográfica. Ese elástico y de veras arbitrario pimpampum al punto de teclear ideas básicas –barnizadas a la baja de reflexión rimbombante- suele abundar en según qué opiniones –insisto- manoseadas de entendederas alicortas. Nadie exige la reencarnación de Ortega cuando de acunar un pensamiento se trate. Pero sí el correcto uso de la norma escrita. Escribir al desgaire –descuidadamente- y al buen tuntún no casa con determinados tonos dogmáticos e intolerantes cuyas fisuras evidencian ya irrisorios atentados contra nuestro bellísimo castellano. Lázaro Carreter consignaba la dinamización del lenguaje como “un instrumento vivo que se forja continuamente a través del uso cotidiano”. ¿Entiéndase asimismo ese uso cotidiano cuantas ideas luminosas y sagaces y agudísimas, en algunos casos, y enfermizas pamplinas o chorradas recalcitrantes en otros, corretean por los diferentes soportes de la red de redes –vulgo Internet- y smartphones y demás suerte de bienhadados inventos del siglo XXI? Pues sí. Y es ahí donde –si no al menos la gramática parda y el latín macarrónico- sí ha de cuidarse y cumplirse a rajatabla los principios teóricos -¡y prácticos!- de la ortografía. En misiva personal y –hasta la fecha- intransferible y manuscrita en México el 22 de marzo de 1960, Emilio Prados decía/dijo a Camilo José Cela lo siguiente: “¿Tal vez vivimos un momento parecido al de los presocráticos y no lo sabemos? ¡Pues hay que saberlo! Sigo el ritmo de lo español… y creo, Celilla, que está en vuestras manos. No hay que hacer prosaísmo. Hay que hacer lo que tú haces y hacen otros más jóvenes y en ese camino, que es el de ahora ahondar y mejorar: llegar a los tuétanos y buscar –sin perder de vista el mundo- lo que en él hay de español. Y eso nuestro, salvarlo. Sacar la médula aunque duela el hueso”.

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