Metacine por antonomasia, metaficción paradigmática, narrativa de beldad, un filme autorreferencial descascarillado de imposturas, la cordonería de un platonismo puro e inocente como una lengua con sabor a piruleta, el estruendo de todos los colores siempre adivinables del enamoramiento, su unigénita acepción en blanco y negro, la gigantesca aquiescencia de la mímica. Un lujo cinematográfico de tomo y lomo. Me deslumbró entonces, me fascina ahora: ‘The Artist’.