Jaime Bachiller dictó una brillantísima ponencia -contra corriente del discurso dominante- que reivindica la urgente recuperación de los tradicionales valores perdidos


 Estamos –malogradamente- desacostumbrados a prestar oídos al tradicional catálogo de valores que ad multos annos caracterizó a una sociedad –por cuanto desarrollada- cívica y siempre tolerante. A día de hoy el ringorrango de la pestilente faramalla de fondo, la desclasificación de las mínimas normas de respeto mutuo, la precipitada y escalonada pérdida de ideales, la corrupción de la ética moral (tergiversada según la apisonadora de los subrepticios intereses propios) han derivado en un pensamiento único nunca adherido ni a modelos democráticos saludables para el procomún ni tampoco a la más propiciadora educación de las nuevas generaciones. El Académico de Número Jaime Bachiller Martínez dictó el pasado martes en la Real Academia de San Dionisio un parlamento contra corriente del discurso dominante -¿políticamente incorrecto?-, una límpida declaración de intenciones expuesta desde su atalaya de hombre metido en edad avanzada y experimentado en las lides de las relaciones sociales y las oteadas perspectivas sociológicas.
Sus palabras –mojadas en el tintero de una reflexión con visos de reivindicaciones exclamadas urbi et orbi- agitaron todas las consabidas aritméticas de la conciencia. No nos referimos a una almoneda de pensamientos propios intercambiados a viva voz desde la tribuna de oradores de la academia jerezana. Hablamos –por mejor decir- de un aviso a los navegantes de esta zigzagueante proa del siglo XXI o incluso de un oportuno zarandeo de aquellos cielos (de la buena educación) que perdimos –que vamos gradualmente perdiendo-, por definirlo con titularidad al modo del legendario poeta Joaquín Romero Murube.
Destaquemos textualmente algunas de las consideraciones expuestas por Jaime Bachiller en una sesión académica muy nutrida de público y presidida ocasionalmente por el vicepresidente de Letras Antonio Murciano –por obligaciones laborales del presidente titular Joaquín Ortiz Tardío-. Indicó Bachiller las siguientes consideraciones:
-         “Vivimos una época difícil y confusa, se han cambiado las ideologías para posicionarnos en una forma de vivir que no hace feliz a la gente”
-         “En mayo del 68 se sitúa la desvalorización de las élites”
-         “Mantener ciertos valores nada tienen que ver con ideologías políticas ni de cualquier otra índole. Decía Aristóteles que los hábitos buenos, adquiridos en la juventud, son los que marcan la diferencia. Por eso la educación es fundamental”
-         “Se ha perdido el ser -que es la esencia de la existencia- por el tener”
-         “Qué es la verdad? Es la adaptación entre las cosas y el entendimiento. Nunca mancha los labios de quien la dice pero si mancha los de quienes la ocultan. Hoy se ha institucionalizado la mentira en nuestra sociedad. La búsqueda de la verdad es el primer fundamento que debemos defender. La verdad brilla por sí sola porque la mentira necesita de la complicidad”
-         “¿Qué es lo bueno? La bondad. La inclinación a hacer el bien. Ya decía Aristóteles que una nación se gobierna mejor con un buen hombre que con una buena ley”
-         “Debemos empezar por la respetabilidad. Porque ¿quién nos asegura que nosotros somos portadores de la verdad?”
-         “Debemos recomendar la lealtad. Hacer aquello con lo que uno está comprometido. Los conocidos nos hacemos humanos a través de la lealtad mutua. También la fidelidad, que es la prima hermana de la lealtad. Son dos valores fundamentales para ser felices, pero muy pocos valorados en la sociedad actual”
-         “Hoy tenemos una sociedad light. Debemos ejercer bien la libertad para proceder entre el bien y el mal. Hoy se considera a la libertad como un derecho que no tiene límites. Cuanta más libertad se da, hay que exigir más responsabilidad y demostrar más autoridad”
-         “Debemos ejecutar bien la autoridad. La autoridad, sin responsabilidad, es causa de abusos incontrolados y supone el final de la institución”
-         “Y fomentar la humildad. Como así lo propugnaba Cervantes en ‘El coloquio de los perros’. La humildad es el valor más hermoso del ser humano”
-         “Y practicar la austeridad. Sobriedad y moderación y renunciar a muchas cosas. Y la honorabilidad, un código de conducta del hombre dentro de su sociedad. Y debemos apreciar la honradez. A través de la cual la persona se muestra justa y evita la corrupción. Y la honestidad, actuar con coherencia y sinceridad para también crear confianza.  Y debemos recomendar la solidaridad y la caridad social. Por fraternidad humana.  Y la tolerancia, para aceptar a las personas que opinan diferentes a nosotros. Siempre que aquello que respetemos no atente a la seguridad y al respeto al prójimo”
-         “Y deberíamos practicar la ejemplaridad. Que seamos personas de reflejo para los demás. Ya decía Ortega que el pueblo español se aleja de los hombres ejemplares para sólo admitir a quien considera inferior”
-         “Hay que volver al humanismo y a las Humanidades. No hay que transferirse la educación a las autonomías porque la ha desestructurado. Ahora los planes fomentan la indolencia, de modo que en absoluto se inculca la tolerancia. El ejemplo es el mejor educador de la infancia. Dadme un niño y os daré un mundo mejor”
-         “Hay que volver a recuperar la ética y la moral, y recordar a  los clásicos como Platón, o  Aristóteles  que recomendaban que la salvación de los pueblos estaba en la educación, la  decencia y la cultura”

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