La última diva
Por Carlos Colón
Cuando se dice que Penélope Cruz es la primera actriz española que conquistó Hollywood se olvida a Sara Montiel, fallecida ayer a los 85 años. Y cuando se dice que fue Sara Montiel se olvida a estrellas como la sevillana Trini Ramos, quien tras triunfar en Londres, Buenos Aires y Nueva York interpretó junto a Gardel El tango en Broadway para la Paramount. Sí es cierto que tras su triunfal y breve etapa mexicana (1951-1954), donde buscó y encontró una fama que el cine español no le había dado en sus papeles siempre secundarios interpretados desde 1944, Sara Montiel tuvo una posición en Hollywood que no supo aprovechar. Quedan para la historia Veracruz (1954) y Yuma (1957), en las que actuó junto a Gary Cooper, Ernest Borgnine o Rod Steiger. Y su matrimonio con el gran Anthony Mann. No queriendo encasillarse en papeles de hispana o de india despreció un contrato con Columbia y regresó a España. ¿Se equivocó? Quién sabe. Prefirió ser cabeza del ratón del cine hispano a cola del león de Hollywood. Nunca la volvieron a dirigir realizadores de la talla de Aldrich, Fuller o Mann. Dejó de relacionarse con celebridades como Billy Holiday, Alfred Hitchcock, Elizabeth Taylor o James Dean para regresar a la España en blanco y negro de 1957. Aunque eso sí: tras Imperio Argentina -la gran estrella de los 30 junto a Estrellita Castro- fue la cabeza más adorada e idolatrada que haya tenido el ratón del cine español.
Con El último cuplé en 1957 y La violetera en 1958 Orduña y Amadori la convirtieron por sorpresa en el mito erótico del franquismo, la mujer que por carnal, hermosa y arrolladoramente sensual era necesariamente pecaminosa. Como las señoritas de Chicote o las amantes de los nuevos ricos del Régimen. Su salto al estrellato fue por sorpresa porque se produjo a través del también sorprendente revival del cuplé -en la última década de gloria de la copla, el boom de la canción italiana y el éxito de la música ligera moderna- gracias al programa de la Ser Aquellos tiempos del cuplé, emitido desde noviembre de 1953, con guión de Eduardo Vázquez, dirección musical del maestro Cisneros y la voz de Lilian de Celis. Se cuenta que El último cuplé era para ella, que la Montiel le arrebató el papel y que su éxito la eclipsó.
Sara Montiel era una actriz mediocre y tenía poca voz. Pero tan sensualmente grave que, combinada con su físico mórbidamente explosivo, su belleza y su peculiar forma de decir la canción casi silabeándola, resultó ser una bomba. La cámara la adoraba. Su gloria cinematográfica duró poco más de una década, de 1957 a 1971, año en el que Varietés fue su último éxito tras algún tropiezo como Tuset Street, fallido intento de aggiornarla en el que colaboraron los modernos Jorge Grau y Rafael Azcona.
Pero ella supo reinventarse como estrella de las variedades y la televisión. Además de explotar inteligentemente su mito como icono gay adorado por Terenci Moix o Pedro Almodóvar, cantante idolatrada por Sabina o Alaska y símbolo de una cierta rebelión sexual antifranquista -León Felipe también la adoró-, supo dotarse de un look extravagante y barroco, puro habano incluido, hábito en el que según la leyenda la inició Hemingway.
Desgraciadamente en sus últimos años, desprotegida tras la muerte de Pepe Tous, navegó por las aguas de la telebasura. Greta Lovisa Gustafson mató a Greta Garbo en 1941, retirándose del cine a los 36 años y llevando una vida retirada, para que la Garbo fuera eternamente joven. Lilian Gish trabajó hasta los casi cien años y Katharine Hepburn envejeció frente a la cámara desde 1932 hasta 1994. Sara no tuvo el cuidado de la primera ni la suerte de la segunda y la tercera. Cosas del ratón del cine español. Se olvidarán sus últimos años. Se recordará su sensual gloria. Y será ya para siempre María Luján o Soledad Moreno.
Con El último cuplé en 1957 y La violetera en 1958 Orduña y Amadori la convirtieron por sorpresa en el mito erótico del franquismo, la mujer que por carnal, hermosa y arrolladoramente sensual era necesariamente pecaminosa. Como las señoritas de Chicote o las amantes de los nuevos ricos del Régimen. Su salto al estrellato fue por sorpresa porque se produjo a través del también sorprendente revival del cuplé -en la última década de gloria de la copla, el boom de la canción italiana y el éxito de la música ligera moderna- gracias al programa de la Ser Aquellos tiempos del cuplé, emitido desde noviembre de 1953, con guión de Eduardo Vázquez, dirección musical del maestro Cisneros y la voz de Lilian de Celis. Se cuenta que El último cuplé era para ella, que la Montiel le arrebató el papel y que su éxito la eclipsó.
Sara Montiel era una actriz mediocre y tenía poca voz. Pero tan sensualmente grave que, combinada con su físico mórbidamente explosivo, su belleza y su peculiar forma de decir la canción casi silabeándola, resultó ser una bomba. La cámara la adoraba. Su gloria cinematográfica duró poco más de una década, de 1957 a 1971, año en el que Varietés fue su último éxito tras algún tropiezo como Tuset Street, fallido intento de aggiornarla en el que colaboraron los modernos Jorge Grau y Rafael Azcona.
Pero ella supo reinventarse como estrella de las variedades y la televisión. Además de explotar inteligentemente su mito como icono gay adorado por Terenci Moix o Pedro Almodóvar, cantante idolatrada por Sabina o Alaska y símbolo de una cierta rebelión sexual antifranquista -León Felipe también la adoró-, supo dotarse de un look extravagante y barroco, puro habano incluido, hábito en el que según la leyenda la inició Hemingway.
Desgraciadamente en sus últimos años, desprotegida tras la muerte de Pepe Tous, navegó por las aguas de la telebasura. Greta Lovisa Gustafson mató a Greta Garbo en 1941, retirándose del cine a los 36 años y llevando una vida retirada, para que la Garbo fuera eternamente joven. Lilian Gish trabajó hasta los casi cien años y Katharine Hepburn envejeció frente a la cámara desde 1932 hasta 1994. Sara no tuvo el cuidado de la primera ni la suerte de la segunda y la tercera. Cosas del ratón del cine español. Se olvidarán sus últimos años. Se recordará su sensual gloria. Y será ya para siempre María Luján o Soledad Moreno.