La nada era una niña muerta, un gorrión caído, una acacia en flor...



"Los periódicos de Madrid llegaban los domingos a mediodía y yo los compraba -ABC, Arriba, etc.- todavía palpitantes de noticia y velocidad. Valían 40 céntimos o una peseta y con ellos pasaba la tarde, en la cocina goteante de la casa solitaria, leyendo a Pérez de Ayala, Eugenio d’Ors, Gregorio Marañón, González Ruano, Pemán, Azorín y todo eso, o sea los articulistas de la dictadura, que eran cada uno de ellos como un mundo pequeño y aparte, como un viaje, como una evasión, aunque pareciese que hablaban de lo mismo que el resto del periódico, pero estaban hablando de otra cosa, de sus cosas. Así le nació la vocación modesta y laboriosa de articulista, que hoy se dice columnista y queda más americano. Ya en Madrid, siglos más tarde, aprendí que el articulismo podía mezclarse o alternarse con el cuento o relato corto, y así se doblaban las posibilidades de colaborar en los sitios. El artículo para los periódicos y el cuento para las revistas. Como no se podía hablar de nada, estaba permitido hablar de la nada. La nada era una niña muerta, un gorrión caído, una acacia en flor, una noche de verano sin sueño y con vino, cuando estaban cerrados los Bancos y las comisarías y hasta las farmacias: todos esos sitios donde se guarece la muerte".

Francisco Umbral

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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