MAV COMUNICACION - BARRIO DE SAN PEDRO

“El barrio de San Pedro era entonces como una ciudad en chiquitito donde se fraguaba el centro neurálgico de Jerez”

“Fijaros si era importante -en el aspecto mediático de la ciudad- el barrio de San Pedro que Jerez tenía tres medios de comunicación y dos estaban situados allí: Radio Jerez y La Voz del Sur”  
“La Navidad llegaba al barrio de San Pedro con el olor a elaboración de pestiños que emanaba de La Holandesa y con la aparición de las cajas de polvorones y roscos La Perla en la misma puerta del almacén de Domingo Andrades”
“La Semana Santa, para los niños del barrio de San Pedro, se focalizaba en la esquina del Cine Maravillas. Hasta allí nos acercaban nuestros padres para ver el paso de las cofradías”
“No hay que olvidar comercios como el bar El Perla, La Pilarica, Calzados Bambino, el bar San Pedro, el almacén de Domingo Andrades, La Holandesa, Paulino, El Istmo, La Pandilla…”
  
Interesantísima mesa redonda sobre la intrahistoria costumbrista del barrio de San Pedro organizada este pasado viernes por la Fundación Paz y Aflicción, MAV-Comunicación y Bodegas González Byass
Esta primera sesión del ciclo ‘Debate abierto’ estuvo protagonizada por los contertulios “nacidos todos en el barrio de San Pedro” José Castaño Rubiales, Miguel Perea Montes, Eduardo Velo García y Manuel Campos Sánchez, moderando el debate Manuel Marín Gil
La convocatoria contó con la participación de las Hermandades de Loreto y la Coronación de Espinas y la colaboración de la Delegación Provincial de la Junta de Andalucía, Diputación Provincial, Ayuntamiento de Jerez, Grupo Gómez Beser, Sertra Plagas, Avanza Servicios Sociosanitarios, CaixaBank, Bankia y Triodos Bank



Fue el Premio Nobel de Literatura Henri Bergson quien –siempre instalado en la comicidad de su lumínico pensamiento filosófico- argumentara que “el presente sólo se forma del pasado, y lo que se encuentra en el efecto ya estaba en la causa”. Esta aseveración sobrevoló tácitamente el pasado viernes noche en la mesa redonda ‘Intrahistoria costumbrista del barrio de San Pedro’ celebrada en la sede de la Fundación Paz y Aflicción. Porque de nuevo comprobamos cómo el actual moldeado de la sociología jerezana proviene en buena parte de la génesis intrahistórica de un barrio que –incluso antropológicamente, como a las claras demostrara al final de la tertulia José Castaño Rubiales- sienta y asienta las bases idiosincrásicas del espíritu definidor del jerezano.
Dio de mucho de sí este acto cultural. A nadie escape que el barrio de San Pedro –por innúmeras razones explicadas al dedillo de la memoria de todos y cada uno de los integrantes de este debate- encarnó –y utilizamos en clave de humana metáfora el verbo- el centro neurálgico de un Jerez (pongamos que hablamos del corchete de fechas 1960-1982) entonces condensando de manera palmaria, en sus comercios de relumbrón y en sus más granados centros de operación, entre las calles Bizcocheros, Antona de Dios, Doctrina, Valientes, Plaza San Andrés, Caracuel, calle Morenos, parte de la calle Arcos, etcétera. Porque el barrio de San Pedro ha significado la relectura permanente de los hoy –pleno siglo XXI- valores perdidos de una sociedad ¿moderna? mancillada por la indolencia de la remisa convivencia, por la cosificación del hombre, por la jactancia del individualismo. No entonces aquel barrio –tan humanitario, tan proactivo comercialmente hablando, tan hospitalario, tan paradigmático en el cimero concepto de la educación de los niños, tan relanzado por negocios míticos- de los años 60 y 70 y primeros 80: “aquella maravillosa ciudad en pequeñito”, como al alimón la definieran Miguel Perea Montes y Eduardo Velo García.
Principiaba así, con esta mesa redonda, el ciclo cultural ‘Debate Abierto’ organizado conjuntamente por la Fundación Paz y Aflicción, MAV-Comunicación y Bodegas González Byass (‘Tío Pepe’) y la colaboración en esta ocasión del Grupo Gómez Beser, Sertra Plagas, Avanza Servicios Sociosanitarios, CaixaBank, Bankia, Triodos Bank y el Ayuntamiento de Jerez. Durante el mes de junio se celebraran dos nuevas mesas redondas y asimismo una serie de visitas institucionales también en la misma sede de la Fundación Paz y Aflicción (prolongación de calle Pizarro, junto al Mercadona de la barriada de la Plata).
Minutos antes del comienzo de la mesa redonda propiamente dicha, se celebraron unos rezos conjuntos en el oratorio de la sede de la Fundación Paz y Aflicción. Estaban invitadas ex profeso las Hermandades de Loreto y la Coronación de Espinas, coincidiendo además la ubicación de sendas cofradías en San Pedro y la Albarizuela –temática central de la tertulia que nos ocupa-. Dirigidos por el Teniente Hermano Mayor de la cofradía lauretana Eusebio Castañeda, estos rezos se desarrollaron dentro de un clima de intimidad y reflexión ejemplares. La Hermandad de Loreto aprovechó la ocasión para así igualmente verificar una visita institucional pendiente y prometida a la Fundación Paz y Aflicción. Con tal motivo el Hermano Mayor de esta señera cofradía del Viernes Santo, Eduardo Velo, entregó al presidente de la Fundación Paz y Aflicción Antonio Martín Bejarano un precioso cuadro de Nuestra Señora de Loreto que en lo sucesivo figurará en dicho oratorio. Antonio Martín Bejarano se deshizo en agradecimientos. Presidieron tan íntimo momento, además de los mencionados Hermano Mayor de Loreto y el presidente de la Fundación Paz y Aflicción, el Hermano Mayor de la Coronación de Espinas Javier Lucena Ortega, el director de MAV-Comunicación Marco A. Velo, el coordinador de la Fundación Paz y Aflicción José María del Río y el representante y comercial del Grupo Beser José A. Ayala, además de los numerosos cofrades concurrentes.  
La mesa redonda la prometía muy felices a cuantas personas asistieron al acto. Todos –o casi- vecinos natales u ocasionales del barrio de San Pedro. Gente que aguardaban impacientes la reseña azul de la remembranza. No quedaron insatisfechos ni decepcionados. Sino todo lo contrario: el anecdotario derivó en censo detallado de nombres propios y de negocios que hicieron época y de una fisonomía costumbrista que, como la noche del penúltimo libro de Caballero Bonald, tampoco nunca tuvo paredes. Moderada por Manuel Marín Gil, la mesa redonda estuvo protagonizada por José Castaño Rubiales (nacido en el barrio de San Pedro, cofrade e investigador), Miguel Perea Montes (nacido en el barrio de San Pedro y periodista), Eduardo Velo García (nacido en el barrio de San Pedro y Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto en su Soledad) y Manuel Campos Sánchez (nacido en el barrio de San Pedro y cofrade de la Coronación de Espinas). A continuación, y estructuradas en bloque por las diferentes intervenciones de cada contertulio, destacamos las siguientes afirmaciones:
Miguel Perea Montes:
-          “Nací en la calle Antona de Dios. Tengo unos recuerdos extraordinarios de mi niñez en el barrio de San Pedro. Había distintas zonas dentro del barrio. En la calle Antona de Dios jugábamos unos partidos de fútbol larguísimos que sólo teníamos que parar cada cuarenta minutos porque pasaba un coche. Recuerdo Calzados Bambino y también lo que nosotros llamábamos la peluquería de las viejos y la tienda de las viejas, frente a la Iglesia de San Pedro. Uno de los grandes referentes de la vida del barrio fue el bar de El Perla. El otro bar era el Bar San Pedro. En El Perla se formaban unas tertulias prodigiosas, con gente de ‘La Voz del Sur’ –cuya redacción y rotativa estaban en la misma calle Bizcocheros- como Antonio Arias, y con empresarios y comerciantes de la zona como el padre de los hermanos Velo o mi propio padre. Aquello era maravilloso y de un nivel antológico. Hay que tener en cuenta que el barrio era una ciudad en chiquitito porque había de todo. La Pilarica, Frutería El Istmo, Paulino ya me quedaba como muy lejos”.
-          “Estoy de acuerdo con Pepe Castaño en su afirmación del carácter especial, entrañable, solidario, educado del vecino del barrio de San Pedro. Acogedor sobre todo. Para mí hay dos referentes muy ilustrativos de esto cuanto digo. El principal es Manuel Rodríguez Porrúa, a quien todos queremos tantísimo, y que para mí siempre ha simbolizado el carácter del barrio de San Pedro. Y además ha sido muy fiel a la zona, no en balde sigue viviendo allí. Y continúa interesado y muy bien informado de todo lo que en el barrio pasa. Le preguntas a Porrúa por cualquier cosa del barrio de San Pedro y enseguida te la responde. Otro ejemplo fue mi primo Rafa Perea, tristemente fallecido hace poco”.
-          “La Semana Santa, para los niños del barrio de San Pedro, se focalizaba en la esquina del Cine Maravillas. Hasta allí nos acercaban nuestros padres para ver el paso de las cofradías. Hay que tener en cuenta que la calle Larga ya traspasaba una de las fronteras tácitas del barrio. Recuerdo también el cine de verano del Cine Jerezano. Jugábamos mucho en la plaza de San Andrés durante las tarde y las noches de verano.  Estábamos todo el día correteando. Nos conocíamos todos. Y todo se disfrutaba o se sufría mucho. Por ejemplo la desgracia de El Cuervo, donde murieron varios vecinos del barrio de San Pedro”.
-          “Era un barrio de tabancos. El Guitarrón. Casa Eloy y La Pandilla. La Pandilla tenía un ambiente selecto. Muy jerezano. Muy de propietarios de medianas empresas que vivían por aquella zona. La Pandilla fue una exquisitez jerezana. También otros bares clásicos: bar La Salve, bar Bolilla, bar Paco…”.
-          “Fijaros si era importante, en lo mediático de la ciudad, el barrio de San Pedro que la ciudad tenía tres medios de comunicación y dos estaban situados allí: Radio Jerez y La Voz del Sur”.  
-          “Hay que recordar siempre a gente muy emblemática como Miguelito el del quiosco de la plaza San Andrés. O la buena gente de la peña Juan Antonio Romero. O la peluquería de Sebastián. Fernando Casas…”.
Eduardo Velo García:
-           “Nací en la calle Prieta pero con tres años ya me fui a vivir a la calle Valientes. El barrio lo tenía todo, había de todo. Salir del barrio era una osadía, porque incluso nosotros mismos nos marcábamos como unas fronteras imaginarias. Recuerdo que una Semana Santa llegamos hasta San Marcos y aquello parecía como ir al extranjero. Mi niñez fue muy feliz en el barrio de San Pedro, sus gentes, sus comercios clásicos. De entrada podemos recordar el Bazar Bizcocheros, Chano y su joyería, el almacén de Domingo Andrades, el también almacén de Manolo –en esquina de Bizcocheros y Valientes-, la encuadernadora, la frutería del Istmo, Carmen la que vendía prensa y revistas…”.  
-           “Es curioso observar la fidelidad de los vecinos del barrio de San Pedro a su zona. Hay personas que aseveran que Loreto es su Hermandad, aunque nunca hayan sido hermanos, por el hecho de haber nacido allí. O generaciones posteriores de familias que vuelven a la zona o que permanecen inalterablemente fieles al lugar. Apellidos que se repiten durante generaciones, que han estado y han vuelto. Por ejemplo la familia Durán. Ha habido personas que han sido emblemas. Es el caso de Felipe de Juan y su  reconocida empresa de fideos. Es loable comprobar cómo además algunas calles siguen en perfecto estado desde un punto de vista arquitectónico. No hablamos de calles con todas sus casas abandonadas y en estado de ruina. Pongo por caso la calle Antona de Dios, que sigue perfectamente aunque restaurada”.
-          “Recuerdo cómo se vivían las épocas señaladas del año. Por ejemplo existía un contraste entre la luminosidad -el alumbrado- de la calle Larga (con aquel gran árbol de Navidad a la altura del antiguo Casino Jerezano) y la oscuridad navideña de las calles del barrio de San Pedro. Eran otros tiempos. Para mí el verdadero anuncio de la llegada de la Navidad era el olor de la elaboración de los pestiños que desprendía la pastelería La Holandesa. Algo así como el olor de la manteca colorá de Pepito el Carnicero. Ese olor a pestiños era el prólogo, el anuncio oficial, de la llegada de la Navidad en el barrio de San Pedro. Eso y las cajas de polvorones y roscos La Perla en la puerta del almacén de Domingo Andrades. Todo tiene sus claves y sus anuncios. Por eso, insisto, la Navidad llegaba al barrio de San Pedro en el olor a pestiños que emanaba de La Holandesa y en las cajas de roscos La Perla en la puerta del almacén de Domingo. También en la cesta de Navidad que se rifaba en el almacén de Manolo, esquina Bizcocheros y Valientes”.
-          “Como todo gran barrio que se precie… contaba con su parroquia y su castizo párroco. Castizo y carismático. El párroco de San Pedro por antonomasia fue el padre Anselmo. Luego llegaría el también muy recordado don José Rodríguez. La parroquia era, de alguna manera, un epicentro del barrio. Tan es así que cuando alguna mañana las campanas tocaban a duelo ya todos sabían quién había fallecido. Las mañanas eran, todas, un cúmulo de madres de familia ‘haciendo los mandaos’ en los comercios sobre todo de la calle Bizcocheros –donde había panaderías, carnicerías, zapatería, pescadería, prensa y revistas, bares, almacenes, refinos, tiendas de regalos y decoración, de chucherías y caramelos, etcétera-. Y la actualidad del barrio se transmitía enseguida de boca a boca. Además había un alto sentido de la responsabilidad a favor de cualquier acontecimiento que afectara al barrio. Cuando se cerró la iglesia de San Pedro se produjo un malestar general entre el vecindario. Y hubo movilizaciones. Porque un barrio debe movilizarse –y no quedarse quieto ni indolente- cuando se cierra su iglesia. La gente de San Pedro se movilizó mucho y se emprendieron todo tipo de iniciativas para recaudar fondos. El barrio le dolía a sus habitantes”.
-          “Los vecinos del barrio siempre han estado integrados en sus Hermandades de Loreto y la Coronación. Yo recuerdo algunos censos de hermanos de la Hermandad de Loreto en la que figuraban todos los vecinos de la calle Morenos. Desde el número 1 hasta el último número de la calle Morenos, en todas las casas había hermanos de Loreto”.
Manuel Campos Sánchez:
-          “Llegué con un año a la calle Honsario. Recuerdo a muchísimos niños. Esta tarde he estado contabilizándolos con mi padre y hemos sumado 28 niños. Es decir: en la casa de vecinos donde nosotros vivíamos –sólo en nuestra casa- había 28 niños con sus padres y madres. Era un número habitual en cada casa de vecino. Si multiplicamos 28 por cada casa de la calle Honsario, imaginaros la vida de juegos y niños que había en la calle. Esa vivacidad era una característica común del barrio de San Pedro. Luz, vida, niños. Es cierto que era mucho jaleo pero tampoco es menos cierto que el arropo de cada familia era mucho mayor. Por ejemplo cuando surgía algo de males, todos nos ayudábamos y nos uníamos como una piña. Era la grandeza de las casas de vecinos. Recuerdo mucho eso: jugar constantemente en la calle. Yo cogía por la calle Bizcocheros a diario porque estaba en el colegio La Salle, cuando el colegio La Salle se ubicaba en la Alameda Cristina. Y en el paso de Honsario y Bizcocheros, por poner un solo ejemplo, había 4 panaderías diferentes”.
-          “El verano se caracterizaba por un calor insoportable en las casas de vecino y por la hilera de las vecinas, de tertulia, con sus sillitas de playa, en las casapuertas y en las aceras. Aquella convivencia era inolvidable. Cualquier pretexto era razonable y justificado para convivir unos con otros. Aunque fuese el pretexto de fuerza mayor de la inmensa calor de cada verano”.
José Castaño Rubiales:
-          “Nací en la Plaza San Andrés. En una época muy anterior a la de mis compañeros de mesa. Podéis decir –sonríe, Pepe- que soy el más viejo. Recuerdo un bar que se llamaba ‘Chino’ justamente donde muchísimos años después pusieron un Restaurante Chino, casualidades que a veces no termina de explicarse uno. Yo quisiera aclarar un concepto: es normal que nuestro maravilloso barrio de San Pedro esté despoblándose, porque por evolución natural los jóvenes quieren comprarse –se han ido comprando- sus pisos en las nuevas urbanizaciones. Estuve trabajando treinta años, como todos sabéis, en la peluquería de la calle Bizcocheros. Yo me estrené de peluquero vestido de Primera Comunión –lo hice días después de tan entrañable jornada para ir de comercio en comercio a recoger las propinas de sus propietarios-. Entonces se estilaba vestir a posteriori a los niños de Primera Comunión y visitar los comercios de la zona para recoger las propinas. Mi niñez en el barrio de San Pedro se centra en las propinas que recogía durante mis años de aprendizaje en la peluquería cepillando a las personas que acababan de pelarse. Con las propinas que recogía me iba corriendo todas las tardes noches –entonces era reconocible el sonido de la calderilla en mi bolsillo- a comprar pan y leche para que en mi casa se pudiera comer más dignamente ese día. Estuve muchos años viviendo y conviviendo en el barrio de San Pedro, por cuyas calles sigo pasando a diario: por esta razón puedo afirmar que existe un carácter especial del vecino del barrio de San Pedro. Algo que los define ante los demás. Algo que imprime carácter. Además, el ambiente siempre fue sano, convivencial, nada peligroso. Pasabas a cualquier hora de la noche y nunca había peligro de nada, no así como otras zonas de Jerez de aquellos años”.
-          “Es muy importante reconocer la inmensa labor, la huella que dejaron entre los vecinos la educación implantada por los hermanos de La Salle. La mayoría de la gente del barrio de San Pedro son hoy personas de bien por la excelente educación de sus padres y la impartida por los hermanos de La Salle. En este sentido quiero reivindicar el papel de los hermanos de La Salle porque Jerez no les ha devuelto lo que ellos han dado a la ciudad. Muchísimos de sus alumnos han sido luego –o están siéndolo-

génesis y realidad de grandes empresarios. Porque fueron educados para ser honestos, honrados y no robar nunca. Ser lasaliano es un modo de ser. Los hermanos de la Salle imprimieron carácter en sus alumnos y en los niños vecinos del barrio de San Pedro que acudían a sus aulas. Yo enseguida detecto cuando una persona ha vivido en el barrio de San Pedro y ha estudiado en las Escuelas de los Hermanos de la Salle. Es un sello, un distintivo, un rasgo personal”. 
-          “Estoy escribiendo un estudio histórico-sociológico sobre el barrio de San Pedro que demuestra su importancia en la idiosincrasia del jerezano. Incluso la raza gitana –antes de expandirse hacia enclaves tan notorios como San Miguel y Santiago- estaba enclavada en el barrio de San Pedro. Y allí se fraguaron muchas de las características de su lenguaje y de su modo artístico de expresión. De hecho la calle Gómez Carrillo se llamaba antes ‘Calle Gitanos’. Y no hablo de una etapa más moderna –porque nos bastaría entonces con preguntar a algunos destacados representantes de la familia Gallardo o los Montoya- sino a muchísimo tiempo atrás. La trascendencia y la envergadura del barrio de San Pedro no puede pasar desapercibida para los actuales investigadores e historiadores”.

Con un jerez de honor –por gentileza de Bodegas González Byass- se dio por concluida esta mesa redonda que enhebró retazos de una realidad ya nunca emborronada por la nebulosa de la amnesia colectiva. El barrio de San Pedro precisa de un revisionismo permanente. A todos los asistentes dejó –la tertulia, la retrospección compartida- un inmejorable sabor de boca. Y no precisamente porque se saboreara de nuevo aquellas sabrosísimas ensaladillas del bar La Salve, los huevos a la flamenca del bar San Pedro o los –entonces- ‘nacientes’ perritos calientes de ‘La Pandilla’.

Se adjunta fotografía: De izquierda a derecha José María del Río Serrano (Fundación Paz y Aflicción), José A. Ayala (Grupo Gómez Beser), Marco A. Velo (MAV-Comunicación), Eduardo Velo (Hermano Mayor de Loreto), Manuel Marín (moderador de la mesa redonda), Antonio Martín Bejarano (Fundación Paz y Aflicción), Miguel Perea Montes (periodista) y Manuel Campos (cofrade de la Coronación).
Marco Antonio Velo
Director MAV COMUNICACIÓN
691 210 943


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