Juan Tarodo: otra muerte que nos embiste con su afilada cornamenta


Hay noticias que nos embisten con su afilada cornamenta traicionera. Hay noticias que a las bravas arremeten contra nuestra impavidez, contra nuestro devenir cotidiano,  para revolcarnos abruptamente por los ruedos de todos los calambres del costillar. Para arrastrarnos y arrostrarnos en un santiamén a ras de la ya extraviada entereza. Para hacernos añicos. Para zarandearnos como muñecos de guiñol en el centrifugado de una lavadora mareante/machacante. Hay noticias que nos acuchillan el abdomen de la afectación sensiblera. Y apabullan la serenidad del alma y pudren la azucarada luz de la mañana. Los periódicos se recargan –como municiones de color cenizo- de una amalgama de amenazas potenciales. Nos asomamos al filo de sus páginas, al balcón de su papel prensa, conscientes de nuestras pisadas próximas al borde del precipicio. La lectura siempre actúa a la defensiva. Seremos de seguro víctimas de algún bombardeo con explosiones de letra impresa. Por veces los titulares agradables forman parte de la especie periodística en proceso de extinción. Abundan sin embargo las manadas de tragedias y catástrofes y barbaries. La actualidad –como un revoltijo de titulares indómitos, como un tiovivo de imprevisiones- nunca se acogió al régimen de la previsibilidad. ¿A mayor sorpresa, mayor modernidad? Nada es predecible. Baldío esfuerzo si procuramos deletrear, adivinar, visionar, versionar las páginas en blanco del mañana. La actualidad es celeste o macabra según los tintineantes caprichos del indescifrable sino. Hoy subo a la banderola cibernética de este blog una muerte contra natura. Llegó a mis oídos cuando la indeterminación de otras distracciones me abstraía de la atención noticiera. Fallece Juan Tarodo, el fundador y enérgico batería del grupo Olé-Olé. El amor de juventud de Marta Sánchez. El músico guaperas y tímido que supo profesionalizar su afición musical. Un buen chaval cuyo rostro catalogaba la popularidad de los ochenta. Un emblema modesto y potente de nuestra música pop. Juventud en estado de pureza y de ebullición. Nació en 1960, anteayer como quien dice a juzgar por su atronador vitalismo. Una leucemia maldita y demoledora lo tumbó sin decir oxte ni moxte. Menuda disquisición existencial. Al final Alfonso Guerra tendrá más razón que un santo: “la vida es larga pero rápida”. Juan Tarodo respetó el titulo de una de sus canciones más sonadas –‘Voy a mil’- para manufacturar en primera persona toda la esencia del momento presente. Yo aplaudo su concepto carpe diem. Juan Tarodo nos regaló murales sonoros hoy ya inmortales. Olé olé por su legado total.  




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