Texto redactado a encargo por N.H. Marco
A. Velo
Cuando los ángeles custodios de la
tradición (siempre sempiterna) y los duendes (nunca escurridizos) de la
actualidad se funden en un fenómeno de convergencia –tan inversamente
proporcional a la indolencia religiosa que pulula en derredor-, entonces –al
pie de la memoria de un naranjo en flor o bajo la apagada hoguera de las
vanidades del individualismo- fluye lo real maravilloso. Y no nos referimos al
género literario fraguado sin error de cálculo por Alejo Carpentier, sino a la
lágrima contenida por la multitud selecta en función de una mudanza física
–eventual, pero traslado al fin y al cabo- que tampoco supuso in extremis para
los ejemplares hermanos del Cristo de la Expiración el espontáneo
llanto derramado in hac lacrymarum valle. Porque los cofrades de las Cinco
Llagas y los padres franciscanos abrieron unánimemente –desde el minuto cero-,
Deo gratias, Deo volente, las puertas de su casa, de su sede, de sus entrañas y
de su solidaridad jamás vacilante sino muy al contrario: firme como la Fe que ambas corporaciones mantienen incólume desde siglos ha. Los
cofrades del Cristo –los devotos del Señor del Campillo- se encuentran también
en el seno de su propio ser allá por Plaza Esteve. Lo saben y lo somatizan a
fuer de acciones –que suman excelentes razones-. La amenazadora lluvia impidió
el traslado previsto para la fecha primera: el lunes 4 de mayo. Ya entonces
hermanos de las Cinco Llagas como Francisco Barra, José Pacheco, Inmaculada
Pérez o Ramón Emilio Mejías –presentes en la Ermita de San Telmo- comunicaron por motivos
más que justificados su imposibilidad de acompañarnos en la nueva jornada
anunciada: el sábado subsiguiente. A todos ellos los llevamos seis días después
asidos al rito latiente de la amplísima representación de esta cofradía de las
Cinco Llagas que a voluntad integró el cortejo de los hermanos del Valle.
¿Tempus fugit? No así durante el ínterin del tempo de la tarde noche del pasado
día 8 del corriente mes de mayo. Indescriptible la esencia de cada instante.
Tutti contenti. Sincrónicas sonrisas. Fraternidad, historicidad, equidad. La Hermandad de las Cinco Llagas obsequió además a la del Cristo con un cuadro de
bienvenida que recogía a modo de collage instantáneas firmadas por nuestro
querido hermano José Soto alusivas y concernientes a la última vez que los
pasos de la cofradía de San Telmo tuvieron –como un ideologema del futuro
mediato- que resguardarse en la Capilla del Voto cuando la lluvia intensificó su
imprevisto e impredecible derrame. Aplausos atronadores en el atrio de la
iglesia. Fluyente jornada histórica. Sentido de confraternización elevado a la
enésima potencia. El Cristo, el Nazareno Franciscano, la Señora del Valle, la Virgen de la Esperanza… Fervores que ya habitan en idéntico domicilio. Aquel que
el destino –indomable e inescrutable- ha unido y fundido a mayor gloria de
Dios.