'Amarguras en Madrid', un artículo de Francisco Robles

Por FRANCISCO ROBLES, en ABC

El músico se negaba a componerle la marcha que le había pedido su padre. Desde la lejanía deMadrid, aquel compositor veía la ciudad difusa, distante, lejana como el eco amortiguado por el olvido. Corría el año 1919. El padre no cejaba en el empeño. Un día le envió una carta con una nota y una foto. En la nota, una frase certera como un dardo: «A Ella no se la podrás negar». En la fotografía, la estampa que reflejaba el rostro de la Virgen más amarga que sale a la calle durante los días apasionados de la ciudad. Al poco tiempo, una partitura junto al piano esperaba que su autor la enviara a Sevilla. «Poema sinfónico en forma de marcha fúnebre». Con el tiempo fue más que eso. El himno de la Semana Santa. Y de la ciudad.

Pasaron los años. Aquel compositor murió asesinado en la Guerra Civil. Si a García Lorca lo fusilaron unos, a ese músico lo mataron los otros. El tiempo se encargó de restañar las heridas, aunque siempre haya quien pretenda abrirlas para beneficiarse del pus y la carroña. Las hojas de los almanaques y de los álamos fueron cayendo. Un músico de Triana sintió el pellizco de aquella marcha dedicada a la Virgen cuyas manos talló Susillo antes de quitarse la vida con las suyas.Cogió la guitarra y se puso a recomponerla. A sacarle las astillas que al final se alojan en el corazón de quien la escucha. La llevó al son acompasado del flamenco y a la matemática pura de Bach. Aquel guitarrista también estaba en Madrid.

Manuel Font de Anta y Rafael Riqueni tuvieron que irse de Sevilla para componer«Amarguras» y para llevarla a la guitarra, ese pozo con viento en vez de agua. Los dosnecesitaron la distancia para escribirle a Sevilla. Aquí no habrían podido. Demasiado ruido cotidiano. Demasiadas circunstancias orteguianas que nos alejan del yo donde está la verdad de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que amamos. A Cernuda le pasó lo mismo cuando escribió «Ocnos» en la lejanía gris y plomo, lluviosa y cenicienta de Glasgow.

Sevilla es una mujer que exige distancia para ser contemplada y entendida, admirada y valorada. El redescubrimiento de su belleza interior es infinitamente más valioso que la cegadora impresión que provoca a quien se acerca a su hermosura por vez primera. Amar a Sevilla es sentir su punzada en el hueco del costado, en el aire que nos falta para respirarla, en la pérdida que supone el extrañamiento de su ausencia. En la guitarra de Riqueni están las Amarguras que vivió Font de Anta y las que vive el guitarrista cuando se enfrenta al genio que lleva dentro. Expresar el mundo interior es un arte y una tortura. Expresar lo que se siente ante la ausencia de esta mujer con nombre de ciudad es exactamente lo mismo. «Amarguras» es la belleza y es el espanto. Por eso suena exactamente igual que la tristeza que provoca esa lejanía que sólo pueden conjurar, como dijo el místico, la presencia y la figura.




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