DURANTE mucho
tiempo se ha buscado conseguir, en todos los órdenes, lo irreprochable; aquello
que se puede aceptar sin reservas, con plena adhesión y satisfacción, que
cumple las condiciones admitidas, de un modo expreso o tácito, para ser
estimado. Se ha producido una alteración muy difundida, desde luego en España,
pero, si no me equivoco, que afecta a nuestra época en general, y que consiste
en la renuncia a esa exigencia de que algo, personas, instituciones o
conductas, sea irreprochable.
Se da por supuesto que las cosas y, lo que es más grave, las
personas no lo son. No se mantiene la aspiración, no digamos la exigencia, de
que las cosas sean así. Esta actitud parece pesimista, pero no es la impresión
que la acompaña. Más bien se trata de la condición de que las cosas son así
irremediablemente, y hay que tomarlas como se presentan.
Hay una actitud que se puede llamar tolerancia y que consiste en
la aceptación de que las cosas hayan sido imperfectas, no deseables, afectadas
por limitaciones o errores, lo que no las invalida totalmente. En otras épocas
se ha dado esta actitud abierta y comprensiva, pero con un inequívoco matiz de
rectificación. Se pensaba: hay que reconocer y aceptar algo que no está del
todo bien, pero de ahora en adelante las cosas se van a hacer con plena
corrección. Esta actitud apenas existe en la actualidad. La nueva forma de
tolerancia no incluye la rectificación, es decir, no consiste en la superación
en el futuro de un pasado en alguna medida inaceptable.
Late en esta actitud una pérdida de la distinción entre los
tiempos: el pasado es una cosa, el futuro algo que todavía no existe, respecto
de lo cual hay libertad, y un presente que es el momento del examen, la
valoración y la decisión con vista al futuro.
Siempre se ha pensado que el porvenir es Reino de libertad; por no
existir todavía, está libre de todo lastre, abierto a lo que se invente,
imagine y decida. El hombre ha sentido siempre, en cualquier circunstancia,
esta convicción: el porvenir es mío. Es la reivindicación de la libertad que
proporciona lo todavía inexistente. Temo que esto, tan claro, se ha desdibujado
en la mayoría de las mentes actuales. En el fondo se trata de una confusión
temporal. El presente es una línea divisoria entre el pasado, existente,
inevitable, cuya masa puede oprimir, y el porvenir, que por no tener realidad,
por no existir todavía, permite la imaginación, la invención, y en ese sentido
nos pertenece como lo más propio. Se dirá que es una propiedad inexistente, sin
realidad alguna; le pertenece esa extraña y esencial forma de realidad que es
la posibilidad.
Se está produciendo una renuncia a lo irreprochable, a aquello que
suscita estimación, adhesión sin reservas, que permite hacer pie en ello y
seguir adelante sin vacilación, con la evidencia de que el punto de partida es
justo y sólido. Desde ahí se puede uno enfrentar con el porvenir, problemático
y dudoso, con diversos caminos abiertos ante nosotros, con la amenaza
ineludible del posible error. No existe seguridad ante el porvenir; pero puede
haberla respecto al punto de partida; los pies están firmemente en el suelo, en
un suelo sólido en el que se puede confiar, desde el cual se pueden dar pasos
inciertos. Una de las situaciones más inquietantes y perturbadoras por las que
puede pasar el hombre es el temblor de tierra, el terremoto. Cuando lo más
sólido, con lo que se cuenta incondicionalmente, falla, se tiene la más fuerte
impresión de incertidumbre. Si no se puede contar con el suelo firme, ¿en qué
se puede confiar?
El hombre vive siempre sobre un reportorio de certidumbres; de las
más importantes no tiene ni idea: son las creencias básicas en que se asienta
la vida, y que ni siquiera son conocidas. Cuando uno está convencido de algo,
es que no es una verdadera creencia fundamental; de estas ni siquiera nos damos
cuenta. Las fórmulas del lenguaje resultan en cierta medida engañosas: cuando
se dice que se está seguro de algo, es que esa seguridad no es plena y total,
no es una verdadera creencia, porque lo propio de esta es que no se tenga «ni idea».
La intensidad de una creencia está en razón inversa de su posibilidad de
formulación.
La formulación expresa de una creencia revela que no se trata
propiamente de eso, sino de algo distinto. Hace muchos años me hice esta
pregunta: ¿por qué se canta el Credo? No se puede cantar el teorema de
Pitágoras o las reglas del silogismo; el canto es la forma de dar fuerza, vigor
vital, a lo que no es estrictamente creencia.
Lo irreprochable es posible; existe y cuando lo encontramos
sentimos una extraña confianza, la impresión de poner los pies en tierra firme,
sin temblores ni fisuras. El peso del mundo moral, del más propiamente humano,
depende de la frecuencia, densidad y coherencia de lo que por ser irreprochable
nos permite avanzar por tierras extrañas, por mares antes nunca navegados.
La vida reclama un equilibrio entre la certidumbre y la
inseguridad; pero la certidumbre nunca es absoluta y definitiva, está sujeta a
revisión, confirmación o rectificación; con lo incierto, condición inexorable
del futuro, nos enfrentamos en cada momento desde un repertorio de certezas que
tienen que ser constantemente revalidadas. No se puede decir: esto es seguro
porque lo vi una vez con plena claridad; esa claridad tiene que ser renovada en
cada instante; las creencias tienen que ser constantemente puestas a prueba,
revalidadas. El matemático no puede descansar en el recuerdo de una
demostración que le pareció convincente en sus años de estudiante; tiene que
refrendar, renovar con nueva evidencia, aquello que para ser admitido exige una
evidencia renovada, no el mero recuerdo de lo que una vez fue así.
La conducta humana tiene que estar siempre apoyada en razones
-razones vitales- que la aseguren. No se puede vivir del crédito de lo que
alguna vez se ha visto con claridad; hay que renovarla si se quiere vivir con
lucidez, con la certeza que proporcionan las convicciones puestas a prueba en
cada momento y que resisten a todo intento de demolición.
Se olvida que existe una decisiva posibilidad humana: la de decir
«desde ahora...».