El
‘Aula de Flamenco’ de Cultusema rinde tributo al gran cantaor jerezano
María
José Santiago: “Más quisiera yo para mí el vozarrón de mi tío Luis”
Carpe diem, átomos de
tiempo presente, acto de justicia en vida. Jalones de arropo humano, “fuego
blanco de zarza”, ninguna interpelación a la vaciedad, todo fulgor contenido,
bonanza de tez morena, catarsis de la memoria. El ‘Aula de Flamenco’ de la
programación cultural ‘Cultusema’, coordinada por MAV-Comunicación, ha rendido
un muy emotivo y entrañable homenaje a la figura del gran cantaor jerezano Luis
Santiago Vargas. Deuda pendiente de la ciudad para con este gitano sentir de
otras edades. Luis nunca fue un hombre errante de voluntades sino un ejemplo
latiente (generoso a la enésima potencia) de amor por los suyos –familiares,
amigos y allegados- y de vocación artística desde los tempranos albores de la
niñez. No conoce el significante de los intereses creados –ni de oídas le
suena- ni tampoco las codas de la deslealtad. Es honrado y humilde y simpático
a nativitate. Un cristiano de élite que reza desde el credo de las fatiguitas
de la garganta… “Y tú, alentando, cantas en triunfo, danzas la fe de Cristo,
ensangrentada”, escribiría Gerardo Diego.
La Sala Bereber acogió en
su sede esta convocatoria que reunió sobre todo a familiares, cofrades y amigos
del bueno de Luis –visiblemente emocionado desde el primer minuto del acto-.
Formaron parte de la mesa redonda su sobrina –y reconocida artista- María José
Santiago, su hijo Luis, el cofrade de la Clemencia Jaime Galán, el hermano
mayor de Jesús Nazareno Raúl Castaño y el periodista Juan Garrido, quien a su
vez moderó el debate. Amén del homenajeado, epicentro de toda palabra y de toda
remembranza. Destaquemos a continuación algunas de las afirmaciones de los
protagonistas de la noche:
Juan Garrido:
Hermano menor de Diego
Santiago Vargas, padre de María José, Luis siempre se ha sentido del barrio de
San Miguel.
Es saetero de balcones y de
pie de calle. Una vez le cantó hasta a una cruz de guía.
Luis destrozaba siempre su
garganta los Viernes Santo. De su boca salen más de diez saetas todos los años
al Cristo de la Expiración y a su Madre del Valle.
Un ser que siempre ha
entregado su perfil más entrañable y cariñoso hacia todos los que los
conocemos.
Luis Santiago Jaén (hijo):
Agradezco a Marco A. Velo
la iniciativa y la organización de este detallazo que nunca olvidaremos.
De chico me pegaba a Radio
Jerez en Semana Santa y hasta que no cantan mi padre, no me dormía. Cantaban
entonces Garbanzo, Rubichi, El Guapo, etcétera. Eran voces prodigiosas. El
cante no está hecho para sordos.
Recuerdo, en una salida de
San Miguel, mi padre, mi tío Diego y yo. Los dos cantaron con una habilidad
suprema. Aquella vez mi tío le susurraba a mi padre, mientras éste cantaba,
cuándo tenía que alargar y cuándo cortar el cante. Se comunicaron perfectamente
sin que nadie se diera cuenta. Mi padre hace la saeta mejor que antes, porque
la canta como decía mi tío Diego.
Mi padre estaba siempre del
trabajo a la peña El Garbanzo. Ha dado su vida por esa peña. Como ha vivido su
peña no lo ha hecho nadie. La abría, la limpiaba, la atendía…
María José Santiago:
Me alegra mucho este
homenaje que se le hace a mí tío porque es un apasionado del arte. Muy
entregado a su familia, a sus hermanos. El quería a su hermano Diego con
locura. Más quisiera yo para mí el vozarrón de mi tío. Parece que no llega, que
no va a llegar, pero siempre llega. Al público le gusta los alardes de voz de
los artistas. Parece que se ahoga pero no se ahoga, siempre llega.
Jaime Galán:
La familia de Luis y la mía
nos hemos criado juntos en el Polígono de San Benito. Quizás la Hermandad de la
Clemencia aún todavía no ha agradecido a Luis lo que ha hecho y lo que hace por
ella. Porque en el Polígono no se cantaba saetas. . No es lo mismo cantar en la
Plaza de San Miguel que en medio de la calle Doctor Marañón. Y Luis es seña de
identidad de la Clemencia en su barrio.
Raúl Castaño:
Siempre lo escuchaba cantar
a la altura de La Moderna. Luis ha estado todas las noches cantando a Jesús.
Hemos tenido una clara evolución de la saeta, pero Luis siempre ha estado ahí.
La Hermandad de Jesús muestra su agradecimiento por cuanto ha hecho Luis por el
mantenimiento de la saeta.
Luis Santiago Vargas:
La primera vez que canté
una saeta fue en San Miguel. Con unos quince o dieciséis años. Al Santo
Crucifijo.
Manuel Torre hacía la saeta
corta, de carril. Me he juntado con muchos saeteros muy buenos. Yo siempre me
iba con ellos y aprendía. Diego Rubichi es el que mejor ha cantado la saeta.
Pero yo me quedaba siempre con el Locajo y el Guapo.
Una saeta tarda tres
minutos y se pasa mucha fatiga. Si tardará cinco, reventaría por dentro. Pero a
veces no puedo decirle que no a los amigos que me la piden.
Me he retirado de ciertos
concursos de saetas porque los jurados no saben de saetas.
La gente joven quiere
aprender en dos días. Y eso no puede ser. Esto es cuestión de muchos
años.