Por Marco Antonio Velo. Publicado en
Diario de Jerez.
Los muertos encarnan la antítesis del amor desposeído.
Cuanto más muertos en tiempo, más arraigados a los asideros de nuestros
dependientes afectos. Ni los muertos son víctimas de la vida ni los vivos
–tránsfugos de ausencias- somos victimarios de la muerte. La derrota de la Parca
–cuanto menos frente al corolario cofradiero- consiste en la evaporación
(reciclada) del malhadado olvido. Nosotros, los capillitas –y a mucha honra el diminutivo-,
recordamos a las duras y a las maduras. Martillos pilones. Hasta los hermanos
difuntos –erre que erre- procesionan en el libro de ídem cuando la cofradía
crece en hieratismo y altos capirotes. Verbigracia: Manolo Mesa, Manolito del
Huerto. Otro muerto vivísimo. No apelaré a entrecomillados de Galeno de
Pérgamo. Ni de Erina de Telos. Ni de Jantipa. No recurro al azadón del morfema.
Para retrotraernos a Manolito Mesa tampoco asignaremos
interludios sensitivos a la mera nostalgia. Basta con nombrar toda la familia
de palabras del concepto primigenio de nobleza. Manolito fue un catedrático en
periodismo por su afán comunicativo, por su lenguaje castizo y universal a la
misma vez, por su dialecto de gestos explicativos y señalamientos al llavero
del Xerez Deportivo. En el codificado género de la mímica escénica, déjame
ahora, mi admirado Manolo, ficharte para un silogismo todavía no resuelto del
todo en el ámbito de nuestra Semana Santa: aquella recreación orquestal de
quien postula su cristianismo, de quien cristaliza su Fe, de quien patentiza
sus creencias desde la eficacia de las obras y no desde la vocinglera
charlatanería.
De ahí que sigas ejemplificando sin paliativos ni
martingalas ni estridencias. Sí, tú, ángel custodio de Santo Domingo que de
nuevo caminas sobre las aguas de la verdad y la verdad –qué voy ahora yo a
descubrirte- nos hace libres a pesar de los pesares. Continúo reflejándome en
la luna de tu ancha categoría personal. En la verosímil estela de nuestra
amistad. En el valor incalculable e intransferible de la dimensión y del
alcance de tus silencios. Silencios de un muerto muy vivo.