Fuente: GQ –
Enlace: http://www.revistagq.com/actualidad/cine/articulos/critica-almodovar-julieta-melodrama-deconstruido/23640
"Una historia
no es un camino a seguir", explica Alice Munro en la introducción a una de sus antologías, "sino más bien una casa. Entras y
te quedas en ella un tiempo, vagando de aquí a allá, asentándote donde te place
y descubriendo cómo la habitación y los pasillos conectan entre sí, cómo el
mundo exterior se altera al ser visto desde estas ventanas (...) También tiene
una poderosa sensación de sí misma, de haber sido construida por su propia
necesidad, no solo para acogerte o engatusarte".
'Julieta', la carta
de amor (no tan) encriptada que Pedro Almodóvar le ha escrito al universo
creativo de Munro, también tiene una poderosa sensación de sí misma. Su primer
acto equivale a vagar durante un tiempo por los pasillos y estancias de una
casa que se resiste a ser construida: casi como un animal invertebrado, la
película avanza a su propio ritmo y desafía al espectador con los silencios,
las rutinas y las decisiones de un personaje indescifrable. Cada elemento
aislado acabará encajando dentro de un todo coherente, cada aparente
arbitrariedad o capricho se descubrirá parte del plan. Ver 'Julieta' es
asistir a un daguerrotipo revelándose, sin bien uno especialmente elusivo,
casi provocador en su uso de la elipsis y el fuera de campo narrativo.
No es gratuito que
su primera imagen sea la de una escultura masculina, sin cabeza ni
extremidades, apareciendo de improviso sobre un fondo rojo que palpita.
Almodóvar ya empezó a deconstruir su cine en la radical 'Los abrazos rotos',
pero quizá lleva pensándose desde 'Todo sobre mi madre'. Trabajos tan
controvertidos como 'La piel que habito' —o el fantástico como bisturí para
reflexionar sobre la identidad, de género, de su cine— o 'Los amantes
pasajeros' —o el experimento sin red que se atrevió a hablar del ahora con las
formas frívolas y libres del ayer— forman parte de un mismo proceso de
deconstrucción de Lo Almodovariano que, por fin, alcanza aquí todo su potencial.
'Julieta' es arte no figurativo que, ya desde esa primera imagen, reflexiona
sobre lo femenino desde la tradición literaria, el simbolismo y la mitología.
A algunos
espectadores les podrá resultar chocante que una película tan pasional como
esta se articule de una forma tan cerebral, pero precisamente de esa tensión
entre las pulsiones irracionales y la visión intelectual es de donde el
cineasta saca oro puro. A nivel de pura estructura, 'Julieta' está
consagrada a dos rostros (sufrientes) que acabarán fundiéndose en uno solo,
luego su formato natural es el primer plano cerrado, es el mundo exterior
filtrado a través de los ojos de una Adriana Ugarte arrojándose sin remedio a
un huracán de sexo y muerte... y de una Emma Suárez que deberá sufrir el
impacto del tiempo sobre el calor del mito.
'Julieta' es en sí
misma un impacto que se cocina a fuego lento, pero que deja una marca
cuando se encienden las luces. Será vista como un retorno a la forma, o a
las esencias del melodrama más desgarrador, tras su anterior desvío hacia el
humor aparentemente hedonista, pero realmente es otro tour de force cien por
cien almodovariano, donde cada secuencia es un enigma y el último plano, más
que un cierre perfecto, es una invitación a la danza para un espectador que,
quizá, aún no esté preparado para abandonar una casa tan bella y tan retorcida
como esta.