INCONTESTABLE, rotundo, demoledor. Para mandar a algunos a
meditar al Tíbet. El triunfo de José Luis Cabello en el cabildo electoral de
Pasión ha sido de los que marcan un hito, como ocurrió con Manuel García en la
Macarena. Cabello se llevó casi el 70 por ciento de los sufragios en una noche
–nunca se olvide– en la que había una finalísima de fútbol con el Sevilla en
liza. Su éxito es el de la moderación, el del saber estar, el de no confrontar
y aguantar ciertas embestidas con paciencia de penitente tras un pasopalio,
el del juego limpio, el de la lealtad a los amigos, el del trabajo sereno y
discreto en asuntos de caridad. Cualquiera que conozca a este granadino del 48
y su trayectoria profesional sabe que su perfil está muy alejado del de un
títere. Cabello no ha hecho ruido cuando otros se han hartado de segregar la
bilis del odio, de usar el cabildo electoral para saldar supuestas cuentas
personales y de manipular torticeramente el sentido de un cabildo electoral que
no debía ser más que una cita estrictamente cofradiera. Si algunos quisieron
montar una suerte de plebiscito en torno al anterior hermano mayor, lo de ir al
Tibet, visto el apabullante resultado, se puede hasta quedar corto.
Los hermanos de Pasión han apoyado de forma masiva a quien se ha
forjado como un especialista en labores de caridad, muchos años al frente de la
fundación asistencial de la hermandad a la búsqueda de recursos en los bancos
de alimentos, la orden de San Juan de Dios, organizaciones varias y muchos
particulares. Cabello es una persona seria y de formas exquisitas que no ha
consentido nunca que cuatro cofrades con las tardes libres vengan a afearle sus
particulares lealtades.
Los hermanos de Pasión han sabido distinguir el futuro de la
hermandad de otros asuntos que hace tiempo se dirimen en los foros
correspondientes. Pareciera que el electorado ha votado con bisturí,
diseccionando con minuciosidad el perfil del nuevo hermano mayor de todos los
elementos tóxicos que algunos se han encargado de generar para intentar
confundir a los hermanos. O, tal vez,el electorado ha sabido castigar a quienes
han pretendido usar la hermandad para fines particulares que poco tenían que
ver con asuntos cofradieros o pastorales. A algunos se les ha visto demasiado
el plumero. Y han sido en su propia casa donde los han mandado a paseo en una
noche del florido mayo. Ha quedado claro otra vez que los cabildos electorales
no se ganan con troles vomitando en las redes sociales, ni con tergiversaciones
de manual, ni con ataques directos de kamikazes de taberna. Se ganan con
trayectoria y prestigio. Sólo desde la base de ambos pilares se construye una
gran mayoría que pone a cada cuál en su sitio. Nadie vota a títeres ni entrega
su confianza en quienes renuncian a sus amigos de la noche a la mañana. Y José
Luis Cabello ni es lo primero ni ha hecho lo segundo. Ojalá su estilo abundara
más en el mundillo de las cofradías. Otra música sonaría. Por lo pronto, que
siga sonando la Oliva.