Artículo semanal de Marco A. Velo en Diario de Jerez - Jerez íntimo - Jerez bajo la lluvia




La ciudad diluye sus aristas bajo una lluvia que asalta a bocajarro. Los paraguas abren el arranque de su negro vuelo cuando la Plaza San Andrés observa en lontananza la hora punta de los colegios. Primera hora de la mañana que oscurece de raíz la saltarina alegría de ciudadanos entones resguardándose en contradanza. El bar Don Vito triplica la concurrencia en un santiamén. Allí saludamos a José Manuel Medina Lechuga, abogado y ex Hermano Mayor de la Hermandad del Huerto. Está aterido de frío. La temperatura de su café con leche constituye toda una salvaguarda física. José Manuel es risueño por naturaleza. Jerez amanece indeciso. No existe armisticio de la mala climatología.

El aguacero difumina la verticalidad de cualquier esquina. Todo queda desmarcado a ojos vistas. Ya advirtió José Cádiz Salvatierra que “el marco es límite y precisión. Se comprende bien una cosa cuando es en su totalidad abarcada”. Mercedes, Concha, Juan Luis, docentes todos, se incorporan -¿por un casual?- al cobijo del desayuno. Los cuatro -¡carape!- hacemos frente común: palique literario. En la mesa contigua dos adolescentes debaten sobre gnomos y trasgos, faunos y unicornios, silfos y elfos. Cada mesa es una antología temática de Selecciones del Reader’s Digest. La nuestra aterriza al bies en la prosa de Alberti. Todo hijo de vecino departe sobre lo que le viene en gana. Nos interesa sobremanera la versátil multiplicidad del Alberti prosista. ¿Verdad que sí, Robert Marrast?

Don Vito hace las veces de leve trasunto de un Café Gijón  a la jerezana. La machadiana monotonía de lluvia tras los cristales contribuye a ello. Se sustantiva la dialéctica. Uno de los hijos de Miguel Ángel Camas, el platero de la calle Zaragoza, lee con despacio el papel prensa. ¿Amaina el chaparrón? No así el espíritu de la letra, que escribiera Ortega y Gasset. Levantamos la tertulia enarbolando una certeza nada conmutadora: defendemos a ultranza la cimera calidad de la prosa de nuestro portuense marinero en tierra. Nos circunscribimos a su valía literaria -que en absoluto debemos mezclar con sus posiciones ideológicas, ¿políticas?-.  ¿Arrogarnos el derecho adquirido de juzgar el posicionamiento ideológico de un escritor de cuerpo entero y hacerlo además hogaño? Nones. Ni hablar del peluquín.

Horas después. La noche extiende su sombra anchurosa sobre la orografía de la collación del Carmen. Cielo despejado. El Jerez íntimo -como el epígrafe de esta columna semanal que hoy comparece de estreno- acampa frente a la sede de la cofradía de la Lanzada. Contextualicemos. La Hermandad Nacional Monárquica de España entrega a título póstumo la distinción de Caballero Gran Cruz al articulista, poeta y dramaturgo José María Pemán. El acto se convoca y desarrolla en la señera casa de Nacho Núñez de Villavicencio. Planta baja para una causa alta. Asisten, por la Hermandad convocante, José Romero, José Luis Pérez Chacón, Felipe Morenés, José Manuel Romero, Nacho Núñez de Villavicencio -atento anfitrión- y Carlos Orellana.

El nombramiento, consensuado y aprobado por la Junta Nacional, cuenta con refrendo de la Casa Real. Recogen tal honor José María y Maruchi Pemán Domecq, Ramón y Chati y Pablo Guerrero Pemán, Isabel Domecq Domecq, Pablo Guerrero Domecq, Koki Dávila Ybarra y Jaime Pemán Díez. Cofrades de la Lanzada como Juan Carlos Ruiz Becerra -su actual Hermano Mayor- o Alberto Mena Morales arropan la convocatoria. Se brinda con vinos de Jerez. La convivencia globaliza una unánime afirmación ¿colateral?: la calidad literaria del autor de ‘El divino impaciente’ -que en absoluto debemos mezclar con sus posiciones ideológicas, ¿políticas?-.  ¿Arrogarnos el derecho adquirido de juzgar el posicionamiento ideológico de un escritor de cuerpo entero y hacerlo además hogaño? Nones. Ni hablar del peluquín…

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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