Esperanza en la ciudad - Columna semanal de Marco A. Velo en Diario de Jerez





La ciudad amanece -cielo y cal- esperanzada. Así talmente suena. Sin poner ni quitar tilde. Para pesadumbre de la turbamulta de los desalmados. Para atasco de lo baladí. Jerez, que de continuo romancea al sur del Sur de sus gloriosas tradiciones, rinde culto y honor a la Esperanza, escrita con la letra capitular del verde itinerario de la vida siempre por delante. Todo nuestro proyecto vital quedaría reducido a un detritus de vacilaciones y ofuscaciones si no abanderásemos la esperanza como grito de guerra y como bel canto de fe. Ayer otra vez experimentamos la excelsitud de la fascinación mariana de los hijos de esta bendita tierra que se contrapone a la implosión de la muerte -Inri, corneta, incienso- a dos medias esquinas de la espalda de Baltasar. Ayer la ciudad fue Reina y Madre. Y Abogada Nuestra. Y volvieron a nosotros esos sus ojos Misericordiosos…

Ayer se descifró otra vez una de las autóctonas claves idiosincrásicas de la ciudad. Ecce María venit. He aquí que María vino. Las Esperanzas en los altares de la gloria jerezana. ¿Pacto de sangre de un memorial antiguo que regresa por el camino más corto de entre los posibles a la sede de nuestra condición cofradiera? Recordé de sopetón la nómina de los idos. Y concatené el concepto de la Esperanza que habita detrás de la mirilla de la puerta de la muerte. Cernudiana realidad y deseo. Esquela de luz. Pervivencia de muertos que jamás marcharon definitivamente. Ayer Lorenzo García Frías -el pequeño gran hombre así definido por Manolo Liaño Pérez- estuvo otra vez en la Plazuela, vivaracho y bromista, encopetado como Dios sentenciado manda, gesticulando fraternidades de Hermano Mayor a la antigua usanza. En corro Paco López Acosta, Antonio Barrera Ramírez y Miguel Domínguez Lafox…

Ayer domingo, y en palabras del ejemplarizante sacerdote jesuita (fallecido en heroica obra de santidad) Pedro Guerrero González -hermano de los irrepetibles Manuel y Ramón Guerrero (¿verdad que sí, Maruchi Pemán Domecq?)-: "más que nunca todo el mundo es nuestro prójimo". Ayer domingo anduvo por San Francisco, frío mármol del suelo de la nostalgia, José Soto Ruiz -guapetón y risueño, empático como pocos y simpático como casi nadie, elegante de traje ajustado de los años cincuenta, ojos saltones y expresivos, pelo planchado y de suyo muy repeinado, catedrático en las habilidades sociales de las cosas sencillas, mayordomo que antaño donara a la sazón la Sagrada Imagen de la Virgen de la Esperanza a su Hermandad de las Cinco Llagas, la cofradía de sus desvelos y sus amores. José Soto Ruiz departía ayer con Manuel Tamayo Merino y con Francisco Morales Torres. ¿Sonreía por el inminente estreno de la caída frontal, al fin bordada, del paso de palio o por el sueño presentido de observar ya eternamente desde el barandal del cielo a su hijo Pepito y a sus nietas Esperanza y Carmen -a las que nunca llegaría a conocer en vida- revestidos todos del santo hábito nazareno de la suprema heredad familiar?

Ayer Jerez no fue fruto de inoperancia teológica. Ni tartamudeo de religiosidad vergonzante. Ayer la ciudad fue sol y Torre de Marfil. Sal y Torre de David. Confortación de cuna apremiante. Dintel de cancela entreabierta. Salve Regina. Consuelo de los afligidos. Ildefonso Roldán de veras satisfecho y Rafael Cordero a su vez recuperado del penúltimo ingreso hospitalario. La ciudad retornada y no tornadiza de cada 18 de diciembre. Ninguna Virgen lloró. Ni la O en Capuchinos, que en tributo a su advocación cuadra el círculo de la belleza "en perpetua y desconcertante sorpresa".

Jesús Urteaga Loidi teorizaba sobre la doble esperanza del cristiano: Dios y sus obras divinas. Jerez suma la Esperanza con mayúsculas de sus Vírgenes de tez blanca e indecisa comisura. Jerez y otra novísima hoja del calendario. Y, en mi whatsapp, la felicitación a Esperanza Barra Guerra, Esperanza Romero del Castillo, Esperanza Soto Mateos, Esperanza (hija de Chari González Leal) o la Esperanza de mis noches y mis días que acuna en volandas otra esperanza -tan nuestra- dentro de sus entrañas...

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